exposicion auschwitz

Estos días y hasta el próximo mes de junio, en la entrada del Centro de Exposiciones Arte Canal Madrid, hay un solitario vagón de tren que da la “bienvenida” a los visitantes. Su lúgubre aspecto nada bueno hace presagiar. Perteneció a la Deutsche Reichsbahm, los ferrocarriles del III Reich que albergaron a miles de almas con destino a Auschwitz.
Auschwitz, esa maldita palabra que avergonzará para siempre a la humanidad. Ese término que, en forma de cartel amenazante, se erige en la entrada de Arte Canal. Porque ya dentro de la instalación se descubre ante nuestros ojos el horror de uno de los campos de exterminio nazi que segó la vida de millones de judíos, polacos, romaníes, homosexuales y, en definitiva, opositores al régimen de terror que trató de imponer Adolf Hitler en Europa hace menos de un siglo.

Por primera vez en la historia, más de 600 objetos originales pertenecientes al Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau se exhiben en una exposición itinerante que arranca en Madrid. Después de su paso por la capital, la exposición recorrerá el mundo -14 países en siete años- para no olvidar -está prohibido- una de las mayores masacres de la historia de la humanidad.

Parte del vallado perimetral de Auschwitz, el propio vagón de tren de la entrada, zapatos, objetos personales de las víctimas de la barbarie, barracones o el instrumental quirúrgico del doctor Josef Menguele, el ‘Ángel de la Muerte’, son algunos de los objetos originales que se exhiben en más de veinte salas. Especialmente este último causa mayor impresión. Menguele, el mal personificado, se muestra también en fotografías aterradoras. Una mirada, la del ‘Ángel de la Muerte’, que se clava y no te abandona en las más de tres horas que se tarda en hacer el recorrido por este infierno que una vez tuvo su lugar en la Tierra. Concretamente en Oświęcim, la ciudad polaca que albergó ‘La Solución Final’ a la cuestión judía de Hitler.

Pero: ¿por qué tanto odio; tanto rencor y, finalmente, tanto sufrimiento y dolor? Pues a través de distintas salas, la exposición va dando respuesta a estas preguntas mostrando el antes, durante y después de Auschwitz. Un recorrido por la historia del pueblo de Oświęcim, primero, y su evolución hasta albergar el campo que exterminó a tantos desdichados. A veces, incluso, 10.000 personas al día.

LAS VOCES DE LA MEMORIA

“Somos los zapatos, los últimos testigos. Somos zapatos de nietos y abuelos, de Praga, París y de Amsterdam, y, como somos de tela y de cuero -y no de carne y hueso-, nos hemos salvado de arder en el infierno”. Para entender el horror allí soportado, si es que esto es posible, sirven también los testimonios de supervivientes que dejan helado a quien se sienta frente a ellos, lee y escucha atentamente. Voces de la memoria. Del recuerdo de cómo el ser humano, si se lo propone, es capaz de ser el mayor arma de destrucción masiva.

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¿Es necesario exponer tanto horror? Rotundamente sí. Lo es. “Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”, dice uno de los carteles informativos y que responde a esta pregunta que te va martilleando poco a poco.

“Ocurrió. En consecuencia puede volver a ocurrir en cualquier lugar: Esto es la esencia de lo que queremos decir”, advirtió el italiano Primo Levi una vez liberado de Auschwitz por los soviéticos. Solo por eso, por tanto odio que nos rodea, y no muy lejos de Plaza Castilla, a toda la sociedad, es necesario recordar y mantener viva la llama de la memoria de Auschwitz. Aquello que nunca tuvo que suceder.