PEDRO SANCHEZ_GETAFE

Decíamos el martes, en la edición de Fuenlabrada, que Pedro Sánchez tendrá que administrar su aplastante victoria interna si no quiere acabar como los generales alemanes, de victoria en victoria hasta la catástrofe final; y que la prueba del nueve la veríamos muy pronto, en los congresos regionales y locales. Lo que hasta ahora sabemos es que Sánchez, después de hacer profesión de fe en el “centralismo democrático” o, dicho en lenguaje moderno, después de subrayar que en el modelo de partido que preconiza no habrá intermediarios entre las bases y el nuevo César socialista, las señoras y señores feudales del PSOE pueden ir atándose los machos, y nunca mejor dicho ahora que ha pasado en San Isidro.

Sin embargo, del dicho al hecho, hay mucho trecho. Y es que la estructura orgánica del PSOE es federal, no presidencialista; y si Sánchez pretende que su segundo reinado sea algo más duradero que el primero, deberá tener en cuenta que los alcaldes, portavoces y presidentes autonómicos no son piezas de ajedrez que se puedan mover y/o sacrificar a voluntad, ni tampoco pizarras en blanco donde el nuevo líder pueda escribir lo que quiera. No en vano, los alcaldes, portavoces y presidentes autonómicos se examinan no sólo en los cónclaves internos, también y sobre todo, en las urnas. Y las diferencias ideológicas que existen entre, pongamos por ejemplo, un socialista catalán y un socialista andaluz o extremeño, en algunos casos empequeñecen las que puedan existir –cada vez son menores—entre un socialista y un popular estándar. Por ello, una vez pasados los fervores y calenturas dialécticas de las primarias, Sánchez tendrá que actuar con mucho tacto y prudencia, especialmente en el Comité Federal, máximo órgano del PSOE.

Quizá por eso mismo, una de las primeras reuniones que ha mantenido Sánchez ha sido con la baronesa madrileña, Sara Hernández, Secretaria General del Partido Socialista de Madrid y Alcaldesa de Getafe. El motivo aparente de la reunión ha sido tomar posición ante la moción de censura registrada por Podemos contra el gobierno de Cristina Cifuentes. De la reunión, en la que el templado y caballeroso Gabilondo estuvo también presente –quizá en calidad de casco azul de la ONU más que en calidad de portavoz del Grupo Socialista en la Asamblea de Madrid—sólo ha trascendido oficialmente lo obvio, que sin el concurso de Ciudadanos, no merece la pena meterse en ese fregado. Sin embargo, como suele ocurrir en estos casos, lo más interesante es la letra pequeña: esa “buena sintonía” que, según han indicado fuentes socialistas, existe en torno a la idea de que Pedro Sánchez encabece la lista de la federación madrileña para el próximo Congreso Federal del PSOE, que se celebrará a mediados de junio y donde Sánchez tendrá que revalidar su victoria y constituir la nueva ejecutiva.

Ahí está el meollo de la cuestión, y de la reunión. Cierto que Sánchez ganó en la Comunidad de Madrid, como en casi toda España, salvo en Andalucía y en el País Vasco. Pero necesita presentar su candidatura a la presidencia del Comité Federal por alguna agrupación autonómica… Y si reside en Madrid, lo lógico es que encabece la de Madrid, con el permiso o la aquiescencia de su Secretaria General, Sara Hernández, a quien el propio Pedro Sánchez aupó, para después ser traicionado por su pupila getafense, quien se empeñó inexplicablemente en apostar por el caballo perdedor, y no precisamente por poseer firmes y arraigadas convicciones o principios que no sean los de la mera supervivencia política.

Sin embargo, la suerte suele sonreír, al menos durante algún tiempo, a los audaces y los caraduras. Y no sería nada extraño que Sara Hernández, antaño ‘pedrista’, y hasta ayer mismo ‘patxista’, haya pactado su supervivencia política, al menos momentáneamente, a cambio de un puesto en la nueva ejecutiva de Sánchez y de renovar su candidatura a la alcaldía de Getafe. Lo de conservar la secretaría general del PSOE madrileño ya es harina de otro costal y llevará sus pólizas. Porque no sería prudente, por parte de Sánchez, volver a apoyar a quien tan escasa lealtad le ha demostrado en el pasado inmediato, y menos aún cuando el candidato que ella apoyó apenas rozó el 10% de los votos de la militancia.

Eso sí, lo que probablemente nunca sabremos con certeza es si Pedro Sánchez, en ese primer contacto con Sara Hernández, le preguntó ¿dime, Sara, de quién eres ahora? La pregunta es, cuando menos, pertinente, además de muy probable.