Las ciudades se definen por ratios como la seguridad, el desempleo, la economía, la educación o la limpieza. Cada una con su propia idiosincrasia y singularidad. Por separado son una pincelada del estado de la ciudad. Juntas la definen exactamente. Como enseñaba Aristóteles, la virtud está en el justo medio, y tener mucho de una cualidad y nada de otra no define a la gran ciudad. A la próspera ciudad. Más bien la retrata.

Porque en Alcorcón: ¿de qué vale vender a diestro y siniestro ser la ciudad, o una de las ciudades, con menos desempleo de la región -que está muy bien, por supuesto-, si tus aceras están atestadas de basura y tus zonas verdes no respiran? En materia de seguridad Alcorcón también es puntera. Esta ratio está bien cubierta pero ¿y cuándo las ratas campan a sus anchas y los vecinos se despiertan a diario con esa imagen sucia y decadente de su ciudad? Qué pasa con eso.

Está claro que Alcorcón gana en muchos de los estadios que diferencian a la buena de la mala ciudad. Pero todo eso -seguridad, empleo, economía, cultura- cae en saco roto cuando basta dar un paseo por sus calles y ver: a un lado, colchones, muebles y residuos de toda índole. Y al otro lado: ratas, defecaciones caninas y aceras pringosas.

Es evidente que la limpieza de la ciudad es un deber, una obligación de todos los ciudadanos. La calle es de todos, es el espacio común y la ordenanza de recogida de residuos es clara en cuanto a tirar muebles y enseres en los puntos previamente acordados con la autoridad competente. Es evidente también que, como en todas las familias y una ciudad lo es, hay vecinos más civilizados que otros, y con ello, desgraciadamente hay que convivir.

Pero también es más que evidente que la responsabilidad de mantener una ciudad limpia va en cascada. Esto es, hay niveles de competencia. Para eso existen unos poderes públicos, pagados por todos, que tienen que velar ya sea por el cumplimiento de la ordenanza, cueste lo que cueste, o por retirar de la vía pública la basura acumulada. No valen las excusas entre estos servidores públicos que en Alcorcón están representados en ESMASA, empresa municipal encargada de este cometido.

Y por eso preguntamos a ESMASA, con la limpieza de la ciudad: ¿qué pasa? A la vista de las bochornosas imágenes es evidente que Alcorcón necesita un plan de limpieza contundente. Un reestructuración que implique a todos. Y eso debe partir desde la empresa municipal y, también, desde el Gobierno local.

La suciedad y los malos olores no los tapan las banderas y sí los soportan los vecinos. Los mismos que, con su esfuerzo, mantienen a los responsables públicos impotentes ante la estampa bochornosa de las islas ecológicas. Y aquí están retratadas toda las fuerzas políticas representadas en ESMASA. Desde el líder de Ciudadanos, Alfonso Reina, vocal en el consejo y al que no se le recuerda ninguna hazaña política en favor del vecino, hasta al alcalde, que confesaba su preocupación por esta situación. Señorías, siéntense, aborden el problema de una vez por todas y busquen la virtud por el bien de los alcorconeros.