ayuntamiento de Alcorcón

Era el año 2011 cuando el PP de Alcorcón se hacía con la Alcaldía y arrebataba al PSOE la hegemonía en una ciudad de tradición histórica socialista. Los populares, con David Pérez al frente, heredaban el bastón de mando del municipio. Pero también una deuda descomunal de más de 600 millones de euros.

De aquellos polvos estos lodos y hoy la deuda es de 2.166 euros per capita. Casi cuatro veces el salario mínimo. Si bien es cierto que desde entonces, según cifras del Ayuntamiento de Alcorcón, se ha reducido en 180 millones esa deuda, el argumento de atribuirla íntegramente a la herencia contaminada recibida de Cascallana a Pérez ya no tiene recorrido y está anticuado. Porque han pasado ya seis años del advenimiento de Pérez en la Casa Consistorial. Seis años donde ‘se vende’ desde el propio Consistorio una recuperación económica que no llega, por ejemplo, a proveedores, que llevan años sin cobrar lo que se les debe por su honrado trabajo. Una losa que soportan todos los alcorconeros también, sin poder llegar a ver en sus calles que esa deuda merece la pena.

No es el momento de buscar culpables. Desde el año 2011 se sabe ciertamente quienes han gestionado pésimamente un municipio como Alcorcón, endeudado hasta las cejas. Es el momento de seguir arremangándose y trabajar por los vecinos. Ha pasado legislatura y media para que informes oficiales dejen de pintar la cara a los gestores de ayer y hoy que están ahí para un cometido: el de servir y bien a sus vecinos, tanto si han sido votados como si no.

A la espera de que esa deuda se vaya consumiendo o al menos la misma repercuta en beneficio vecinal en forma de inversiones, limpieza y seguridad, la legislatura en Alcorcón se va consumiendo entre pesadas reprobaciones que no van a ningún lado y salidas de tono de la oposición y sí, también del alcalde. Un regidor que lo está haciendo bien, dadas las circunstancias, pero al que le conviene cierta mesura en sus declaraciones para no acabar aislado perpetuamente hasta por sus propios compañeros de partido, como ha sucedido recientemente por su polémica con Ada Colau y la instalación de bolardos para evitar un ataque terrorista.

No es la primera vez que a Pérez le enmiendan la plana por hablar más de la cuenta. De ahí que la templanza sea la mejor consejera. Saber detenerse a tiempo para no ser tedioso es una virtud. Ahora toca ponerla en práctica con unas políticas más efectivas que acaben con la deuda y el argumento de la herencia.