Ganemos Pinto

En nuestro Siglo de Oro, cuando España dominaba el mundo y tenía intereses –y muchos problemas— en los cuatro puntos cardinales, a la Corte se acercaba una pléyade de sujetos que pedían audiencia al monarca, a su valido o a sus ministros para exponer –por un precio, naturalmente— soluciones milagrosas a los problemas del Imperio: la Guerra de Flandes, la amenaza del Turco, los piratas berberiscos, los corsarios ingleses y franceses en el Caribe, las guerras de religión, etc.

Don Francisco de Quevedo, que además de humanista, eximio poeta y consumado espadachín, fue cortesano de Felipe III y de Felipe IV, retrató en “El Buscón” a uno de esos arbitristas, que así se llamaban esos personajes que vendían soluciones inverosímiles a problemas endiablados. Soluciones como chupar con esponjas el mar que rodeaba una ciudad sitiada por los Tercios en Flandes para que así no pudiera recibir ayuda de los ingleses. Ni que decir tiene que a la inmensa mayoría de esos arbitristas se les daba con la puerta en las narices, aunque alguno, de vez en cuando, conseguía vender su mercancía averiada a ministros o consejeros poco avisados, con el consiguiente quebranto y ridículo para la Corona.

En nuestros días también existen los arbitristas, los locos repúblicos y de gobierno, como los llamaba Don Francisco. Pero hoy no van con memoriales a la Corte para ver si pica algún incauto. Hoy montan partidos políticos y candidaturas electorales y se presentan ante el electorado como adanes libres de pecado original y mártires de lo público: ellos nunca iban a despedir a ningún trabajador, ellos iban a garantizar y mejorar el funcionamiento de los servicios públicos, ellos iban a introducir racionalidad, eficacia y eficiencia en la gestión pública, ellos iban a parar los despilfarros, ellos iban a volcarse con los servicios sociales, ellos iban a cuadrar las cuentas, ellos iban a…

Tras dos años de Legislatura, los municipios sobre los que cayó la “bendición” de la “nueva política” pueden juzgar si les tocó la lotería o les tocó la negra. De ahí que Podemos, la madre de todas esas confluencias salvadoras –el padre es conocido como el ‘Príncipe de las Tinieblas’— se esté desinflando en los sondeos de intención de voto. Y no hace falta salir de Pinto para saber por qué: Despidos y sanciones a trabajadores, por obra y capricho de Consoli Astasio, en Aserpinto y en el Ayuntamiento, que luego tumban los tribunales con costas e indemnizaciones a cargo del Consistorio. Autoritarios antitaurinos, comenzando por el Alcalde, que hacen oídos sordos al estruendo de 3.000 firmas que exigen al Ayuntamiento que restaure la financiación a los encierros. Piscinas que abren tarde y mal por falta de planificación en las obras de mantenimiento. Pistas de skate que se planifican sin escuchar a los usuarios y que luego no se terminan. Residencias y viviendas sociales que se prometen y que nunca llegan. Ninguneo constante a la oposición, y apropiación indebida de sus propuestas, a pesar de gobernar en minoría.

¿Se puede prometer más, y cumplir menos? La verdad es que Ganemos Pinto deja el listón muy alto. A la altura de su incompetencia, de su sectarismo y de su ignorancia, pues alguno debió pensarse que, para gestionar un Ayuntamiento, lo único que había que hacer era dar órdenes con el bastón de mando… sin tener en cuenta que la Administración tiene su propia dinámica y sus propias leyes, que hay que saber y entender antes de proponerse como salvador del mundo. Eso sí, las banderas tricolores republicanas, con la franja morada de Podemos, que no falten. Es en lo único que han cumplido. ¿Y esto era la nueva política?, se preguntarán muchos pinteños. Pues sí, a la prepotencia, la ignorancia, la incompetencia y el sectarismo ahora lo llaman así.