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Toda la población de la Comunidad Madrid respiró aire contaminado por encima de los límites legales el año pasado, salvo los vecinos de la Cuenca del Alberche, según datos del Informe sobre la Calidad del Aire en España durante 2016.

El informe elaborado por Ecologistas en Acción analiza los datos recogidos en 700 estaciones oficiales de medición instaladas en toda España, entre ellas las 49 situadas en la Comunidad de Madrid. En lo que respecta a la región, entre sus principales conclusiones, señalan que el ozono troposférico es el contaminante que presenta una mayor extensión y afección a la población, con unos niveles que se mantienen estacionarios o incluso al alza. Esto se debe, según la organización, al incremento de las temperaturas medias y de las situaciones meteorológicas extremas (olas de calor) durante el verano, como resultado del cambio climático.

Durante 2016 sus niveles se han mantenido por encima de los de 2014 y por debajo de los de 2015, de manera que toda la población y el territorio de la Comunidad de Madrid han seguido expuestos a concentraciones de ozono peligrosas para la salud humana y vegetal, según los expertos.

El dióxido de nitrógeno (NO2) y las partículas (PM10 y PM2,5) en el aire también afectaron a la práctica totalidad de la población de la Comunidad de Madrid, con especial incidencia en la capital, el Corredor del Henares y las zonas Urbana Sur y Urbana Noroeste. Pese a seguir respirando aire contaminado, los ecologistas contemplan una reducción paulatina, volviendo a niveles de 2008.

Según Ecologistas en Acción, el descenso de la contaminación del aire fue consecuencia en primera instancia de la coyuntura meteorológica, caracterizada por una menor estabilidad atmosférica, y en menor medida de la reducción de la producción eléctrica en centrales térmicas.

No obstante, ven como señales preocupantes el repunte del tráfico por carretera (el consumo de combustibles de automoción en 2016 fue superior al de los cuatro años anteriores), el fraude en los sistemas de certificación de las emisiones de los automóviles o «dieselgate», el aumento del consumo de electricidad (recuperando los niveles de 2008), y el abandono de las energías renovables.