Albert Rivera y Carlos Delgado en los premios independientes de ULEG del año 2013

“Creo que en un proyecto colectivo los éxitos son de todos y los malos resultados son responsabilidad del líder”. Con estas palabras, Albert Rivera ponía fin -por el momento- a su carrera política tras la debacle electoral de Ciudadanos el 10 de noviembre. Un partido que en seis meses ha perdido hasta 47 escaños. La actualidad informativa es tan vertiginosa que la dimisión de Rivera, tras el anuncio del pacto Iglesias-Sánchez, parece de otro tiempo cuando no hace ni tres días de la misma.

Para entender esta decisión política de gran calado, hay que remontarse a la hemeroteca y el nacimiento de Ciudadanos, un partido que vio la luz al albor de Albert Rivera hace más de una década como respuesta al separatismo catalán. De ahí, en todo este tiempo, el partido naranja fue creciendo, no paró de subir. Así saltó a la política nacional, llegó a ganar unas elecciones en Cataluña y hace seis meses tuvo la posibilidad de tirar la puerta abajo del PSOE de Pedro Sánchez y obligarle a un pacto de estabilidad de Gobierno que, por un ego y otro, no se fraguó.

Ahí acabó todo para Rivera. Como tercera fuerza y a punto del sorpasso al PP, jugó con los tiempos y el tacticismo. Lo que ha terminado por llevarse por delante hoy trece años de una idea que rompió el tradicional bipartidismo.

Aunque parezca mentira y muchos no se acuerden por eso de los avatares informativos, Albert Rivera guarda cierto peso en Leganés. Allá por 2013, recibió el premio independiente que otorga ULEG, partido liderado por Carlos Delgado, quien entonces decía públicamente que le unía una buena relación con Rivera. No en vano llegó a especularse un posible pacto de ámbito local entre ambas formaciones que al final el catalán desechó. Y claro, Delgado entró en cólera, llegando a publicar un libro incluso donde pone a caer de un guindo al exlíder de Ciudadanos. Pura venganza y revanchismo.

 

Sin embargo sus caminos son muy parecidos. Como Ciudadanos, ULEG nació al cobijo de Carlos Delgado. Y desde su floración, en cada cita electoral, el partido político se abrió hueco entre los tradicionales subiendo en representación y votos, llegando incluso en 2015 a empatar a 6 concejales con la posibilidad de hacerse con la Alcaldía y romper la hegemonía del PSOE.

Pero como Rivera en abril, Delgado hace cuatro años no arriesgó. Prefirió ser la eterna oposición, que con 60.000 euros brutos anuales, sin responsabilidad, se vive mejor. Y claro, vino el mal de los altos vuelos. En 2019, no hace ni cinco meses, los vecinos de Leganés le vieron sus costuras. Batacazo de ULEG con un tercio menos de votos y concejales. Con un PSOE más fuerte y que este domingo volvía a arrasar sin inmutarse.

“Creo que en un proyecto colectivo los éxitos son de todos y los malos resultados son responsabilidad del líder”

Y hasta ahí el parecido de ambos, cuando su destino, tras una derrota descomunal, debería ser el mismo: a su casa. Y es que mientras Rivera ha demostrado con su dimisión que nunca le movió el interés de una nómina pagada por todos; Carlos Delgado sigue ahí, agarrado al sillón, pese a los peores resultados de su partido y rompiendo una tendencia ascendente. Sin hacer autocrítica a su hecatombe, justo el año en el que llenó de vallas la ciudad, se autoproclamó alcalde con un cronometro escacharrado y, lo que es peor para la convivencia vecinal, siguiendo con esas formas de vilipendiar a todo aquel que no le rinde pleitesía.

En una entrevista para Sur Madrid el 7 de noviembre, a tres días de las elecciones, Carlos Delgado decía que si se daba el pronóstico de las encuestas, Rivera tenía que dimitir. Pues bien, ya lo ha hecho. Le ha retratado. Y usted ahora, señor Delgado: ¿va a dimitir? O consejos vendo…