De un tiempo a esta parte existe la preocupante sensación de que la clase política va por un lado y la gente, los trabajadores, ‘curritos’ y contribuyentes que soportan las virtudes y defectos del sistema, por otro. Mientras unos, los primeros, se dedican a debates grandilocuentes, teatrillos de vodevil y sainete, de hoy no puedo dormir si estás en mi Gobierno y mañana te abrazo como si tal cosa -por ejemplo-; los otros -los gobernados- levantan el país con su trabajo y esfuerzo muchas veces pésimamente recompensado.

Hay quién diría que esto es una lectura reduccionista de la relación entre los políticos y el pueblo. Pero nada más lejos de la realidad. Día a día asistimos a esas peleas de salón, ficticias, entre izquierda, derecha y centro. Mientras la cosa sigue adelante gracias a que hay autónomos que arriesgan su patrimonio para poner en marcha un negocio, y trabajadores que se desloman en sus puestos por conseguir una vida, cuanto menos, digna.

Lo único que se exige a la clase política es cierto nivel de honradez y decencia. A lo sumo, capacidad de gestión de los bienes públicos y crear un marco de convivencia óptimo en el que los ciudadanos podamos desenvolvernos con libertad y ejercer un espíritu crítico sin miedo a represalias. Que la ley se respete por parte de unos y otros. Y que la seguridad, sino al cien por cien, esté garantizada al 99,9%. Por desgracia y ejemplos hay muchos, esto no se está dando. Y por quedarnos en un incumplimiento legal flagrante de nuestros dirigentes, que en Alcorcón es hoy de actualidad, nos quedamos con el pago a proveedores.

Esos autónomos, empresas y emprendedores que si realizan un trabajo para el Ayuntamiento no verán un euro -o un duro que diría el castizo- hasta dentro de dos meses de finalizada su labor. ¿Puede cualquier diputado, concejal, alcalde o alcaldesa vivir dos meses sin ver un triste euro? Ya les aseguramos que no. Pero a la hora de pagar facturas, en el caso de Alcorcón, se hacen los remolones.

Y entonces ahí viene el teatrillo del que hablábamos. El partido de la oposición, en este caso el PP, hace su trabajo y carga con quien está en el poder. No en vano desde el cambio de Gobierno y según datos estadísticos se ha disparado el periodo medio de pago a provee-dores. Y el Ejecutivo municipal, al sentirse atacado, responde que no es cosa suya sino que al llegar se encontraron facturas sin pagar. Facturas en el cajón cogiendo polvo mientras el autónomo de turno espera a que se le recompense su trabajo. Con lo cual: unos por otros y la casa sin barrer -que este es otro tema en Alcorcón-.

Pero de lo que parecen no darse cuenta nuestros políticos es que los proveedores no entienden de siglas. Ni de si tú hiciste esto o lo otro. Entienden que su trabajo se tiene que pagar. Y la Ley dice que en un máximo de 30 días. Así que espabilen, señores y políticos, gánense su sueldo como sí hacen sus jefes día a día -o sea, la gente- y paguen las facturas en tiempo y forma.