Algo huele a podrido en Dinamarca es la frase célebre que pronuncia Claudio en Hamlet, el clásico de William Shakespeare y que sirve para denunciar la corrupción del sistema, empezando por sus dirigentes y extendiéndose al resto de la sociedad. Así ha ido evolucionando la locución del personaje de Shakespeare hasta nuestros días y viene a ser muy recurrente cuando nuestros dirigentes se dedican a otras cosas antes que a gobernar.

Hoy en Pinto también huele a podrido. Metafóricamente desde hace mucho tiempo. Véase si no la entrada de la Guardia Civil en el Ayuntamiento hace escasos meses, por la ‘operación enredadera’. O el clima social y político de división que vive el municipio en estos tres años de Gobierno de Ganemos. Lo dice claramente la portavoz de Ciudadanos en el municipio, que como otros colectivos de sobra conocidos, lo está sufriendo en sus propias carnes.

Da igual cuantas reuniones y horas de trabajo impliquen el poner fin a los malos olores. No puede haber descanso entre la clase política hasta erradicarlo

Pero la podredumbre a la que ha abocado Ganemos al municipio ha saltado de la metáfora a la literalidad. Vamos, que huele mal, fatal, en la ciudad. Y lo peor de todo es que, después de mes y medio de un problema tan evidente, se desconoce el foco del mismo. Ni mucho menos estamos diciendo que el Gobierno municipal sea responsable de estos malos olores. En absoluto. Ni por asomo. Sí se le pude reprochar, en cambio, que no haya sabido dar respuestas al origen del mismo desde el primer minuto. Incluso cierta indolencia a la hora de reaccionar ante el clamor popular. Otra vez los vecinos anticipándose a la desidia municipal que finalmente ha tenido que involucrar al resto de administraciones como la Comunidad de Madrid.

¿Y qué dice el Gobierno autonómico? Pues que en el aire no se perciben anomalías ni sustancias nocivas para la salud, a pesar de que los pinteños -y en algunas ocasiones, recientemente, getafenses y fuenlabreños- respiran literalmente algo así como un olor a mierda insoportable.

En el aire no se perciben anomalías ni sustancias nocivas, pero los vecinos respiran literalmente algo así como un olor a mierda insoportable

Este problema, que concierne a todos, debería ser de primer orden en la agenda de todas las administraciones. Sin excepción alguna. Aquí no tiene que haber diferencias ideológicas o programáticas, sino que descubrir el origen de los malos olores y acabar con ellos tiene que ser una obligación inmediata para todos los involucrados. No hay tiempo de esperas. Los vecinos no se merecen ni un minuto más de incertidumbre mientras respiran un aire viciado y pestilente, que cada día se hace sentir más.

Da igual cuantas reuniones y horas de trabajo impliquen el poner fin a los malos olores. No puede haber descanso entre la clase política hasta que este problema se dé por erradicado. Y mientras eso no suceda, nuestros representantes municipales y regionales volverán a demostrar que no están a la altura de la ciudadanía a la que teóricamente representan. Se acabaron los llamamientos a la calma y mensaje inocuos de tranquilidad. Reacciones, señorías. Algo huele a podrido en Pinto y hay que saber qué es a la voz de ya.