Y no es la primera vez. En marzo de 2021, Isabel Díaz Ayuso desafío todos los pronósticos, convocando unas elecciones autonómicas, ante la traición de Ciudadanos que se cernía sobre su Gobierno, y el 4 de mayo arrasaba en las urnas. Doblaba a toda la izquierda madrileña, dejando a Podemos descompuesto; el PSOE, en manos de Juan Lobato: un aprendiz de Zapatero, con lengua ‘Sanchista’; y la escisión morada, Más Madrid, mostrada en el espejo de la hipocresía, pleno tras pleno.

Casi un año después, con la fuerza de 1.620.213 votos, 65 escaños y convertida en un fenómeno mundial, Ayuso vuelve a desafiar toda lógica. Se acabaron las medias tintas, confabulaciones, y complots.

Vestida de César, la presidenta madrileña ha protagonizado algo inédito en nuestro país: desenmascarar a sus propios compañeros de partido; políticos mediocres, perdedores natos, como Pablo Casado, y lacayos acomplejados, cicateros como Teodoro García Egea, Cuca Gamarra o Javier Maroto, entre otros. Presidente del PP y cúpula, retratados.

Todo por unos supuestos contratos irregulares durante la pandemia firmados por la Comunidad de Madrid. Humo con el que se ha querido asfixiar la carrera política de una de las mujeres llamadas a hacer grandes cosas por Madrid y por España.

El PP de Casado se ha convertido en una marioneta de La Moncloa y la izquierda. Si Egea, como ha reconocido públicamente, decía tener indicios sobre esas irregularidades, antes de preguntar a Ayuso: ¿por qué no lo puso directamente en manos de la Justicia? ¿Acaso está el PP por encima de los tribunales? ¿No sabe Egea, que la carga de la prueba le correspondía a ellos y no a Ayuso?

Por fortuna, la presidenta madrileña no se ha dejado amedrentar por estos trucos nauseabundos de la carroña política. Se acabó filtrar y acusar sin pruebas. Ha hecho algo que no esperaban, pues solo así se explican los balbuceos de Teodoro y el silencio atronador de Casado.

España no se merece a un líder de la oposición timorato y confabulador, a merced de un Gobierno inconstitucional. Ese Ejecutivo de PSOE y comunistas, con sus socios bilduetarras y secesionistas catalanes, que nos han llevado a la quiebra técnica, con una inflación que no se veía en treinta años (gobernaban los socialistas también, curiosamente), una deuda billonaria, de más del 120% del PIB, dependiente energética e industrialmente del exterior y rescatado de facto por Europa.

Tampoco a esas sabandijas, que reptan por los pasillos de correveidiles, esperando una oportunidad para demostrar su mediocridad, intentando mancillar el honor de los mejores sin pruebas y desde el anonimato, y heredar un país en ruina.

No, España no merece eso. Por eso Ayuso hoy ha dado el paso definitivo y no puede dar marcha atrás. Es el momento de acabar con la mezquindad de los Casado y Egea, como hizo en su día con un Pablo Iglesias, convertido hoy en un millonario meme, que ve extrema derecha por los rincones. Puestas las cartas boca arriba, desde hoy tiene que enfrentarse directamente a Sánchez y llevar la prosperidad de Madrid, la joya de la Corona, al resto de España. La oportunidad histórica así lo requiere.