Hubo un tiempo en que el transporte público madrileño era la envidia de medio mundo. Fundamentalmente el Metro. Y en verdad, cuando viajas lejos de nuestras fronteras y comparas -son odiosas, sí- entre los distintos suburbanos, el madrileño sigue estando un peldaño por encima de otros como el parisino, el londinense o el romano. Claro que estos últimos no pueden profundizar mucho más de lo que ya lo han hecho pues sería poner en riesgo toda esa riqueza exterior y subterránea de la ciudad eterna.

Sin embargo, pese a continuar siendo uno de los mejores metros, es una obviedad que el servicio prestado por Metro de Madrid ha ido empeorando con el paso de los años. De mal en peor. Y especialmente en la Línea 12. En Metrosur. La falta de personal, la frecuencia de paso tan baja, escaleras averiadas o la lentitud en varios de sus tramos se han convertido en una constante a la que preocupantemente nos hemos acostumbrado los casi un millón de vecinos que “disfrutamos” de este servicio.

La movilidad en Metro es solo un ejemplo más de cómo los servicios públicos se han degradado a niveles tercermundistas

Llama la atención que hace poco más de un año, la Comunidad de Madrid invirtió la nada despreciable cifra de 24 millones de euros que supuso el cierre de la mitad de la Línea 12. Pero 365 días después, la vida sigue igual, como diría Julio Iglesias. En verano, por aquello de ahorrar, se bajó un poco más la frecuencia justificando tal decisión en el descenso del número de viajeros. Sin embargo el curso laboral y escolar ha comenzado y la situación se mantiene. Más que viajeros, aquellos que utilizan Metrosur parecen sardinas en lata en plena hora punta, cuando no un triste ganado que espera su periplo al matadero.

No solo produce tristeza ver como un servicio de estas características se está denostando de esta manera. Si no que la rabia va en aumento pues la administración autonómica parece de brazos cruzados. Se anuncian ampliaciones pero nada de mantenimiento. Y casi mejor, viendo el resultado de hace un año. Es más: ¿de qué vale ampliar algo que funciona tremendamente mal? No tiene sentido.

Es más: ¿de qué vale ampliar algo que funciona tremendamente mal? No tiene sentido

El estado en el que se encuentra el suburbano en general y el del sur en particular, pues, no tiene visos de volver a aquellos tiempos en los que, parafraseando a Loquillo, “el dinero se gastaba” y “se podía comprar todo”.

La movilidad en Metro es solo un ejemplo más de como los servicios públicos tanto a nivel regional como nacional se han degradado a niveles tercermundistas. No es demagogo relacionar este empeoramiento con la buena salud, en cambio, de la que goza el peculio de nuestros señores empleados. Sí, esos políticos de viento cambiante que por un sillón son capaces de vender su alma al mismísimo diablo.

Cuando, cuarenta y cinco años después, la actualidad sigue siendo Franco y no la nefasta gestión del transporte, o la deplorable situación laboral y social de la gente, es que tenemos un problema muy, muy gordo. Solo quedan dos alternativas: o recurrir a la nostalgia de cuando fuimos los mejores o pelear por lo que nos pertenece lejos, eso sí, de los tentáculos de la podrida política.