D ecía la excelsa Carmen Calvo, exministra socialista de los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez, que “el dinero público no es de nadie”. Una sinvergonzonería que nunca le pasó factura. Desgraciadamente, en parte, tenía razón, pues a diario vemos como su señorías dilapidan dinero público como si, precisamente, no fuera de nadie y se obtuviera por generación espontánea. Ahora que están haciendo su declaración de la renta verán de dónde sale ese dinero, si es que no lo sabían ya. No hay nada más tozudo que la realidad.

En este sentido, a muchos de ustedes les saldrá a devolver y a pagar. A quién desde luego les va a salir a pagar, y ya van muchos años, es a los vecinos de Pinto y Valdemoro con sus respectivos alcaldes.

En estas mismas líneas, hace relativamente poco, recordábamos a José Luis Cuerda, uno de los referentes de nuestro cine en el siglo XX. Un director original, que en sus películas disfrazaba auténticos dramas con un traje cómico y surrealista, aún delicioso con el paso del tiempo. De su intelecto y genialidad salieron guiones como ‘Amanece que no es poco’, un título que viene a ser, desde entonces, el consuelo del pueblo llano frente a sus poderosos. Esos que olvidan, desgraciadamente, de forma reiterada, que están ahí para servir al ciudadano y no servirse de él. Sí, no nos cansaremos de repetirlo.

Volvamos a recordar un momento determinado de la película, cuando el personaje interpretado por el bueno de Gabino Diego, otro grande de nuestro séptimo arte, un ‘americano’ que está de paso por el pueblo, grita a pleno pulmón: “¡Este alcalde nos toca las pelotas!”, con un deje yanqui bastante cómico. Se refiere a Rafael Alonso, otra leyenda, que da vida al alcalde de la villa, que vive a la sopa boba y solo se acuerda de sus convecinos cuando hay elecciones. Como sus homólogos de Pinto y Valdemoro.

Pero decíamos que éstos, además, salen caros. Uno por exceso y el otro por defecto. En los excesos está el de Pinto, el socialista Diego Ortiz, que está completando su metamorfosis en su predecesor comunista, Rafael Sánchez. Y es que en un año se ha gastado casi medio millón de euros en ‘regalitos’, cócteles, banquetes y demás fanfarria. La ‘fiesta’ la pagan los pinteños que se aprietan el cinturón, para mayor gloria de su alcalde.

En el otro extremo, el defecto, está regidor valdemoreño, Sergio Parra. Valdemoro lleva cuatro años siendo un absoluto desastre, con una burocracia lenta, taciturna, elefantiásica y paralizada; instalaciones deportivas dejadas de la mano de Dios y, a última hora, el primer edil ha comprometido a la próxima Corporación que salga de las urnas. Para colmo de males, los fantasmas de ‘Púnica’ vuelven al municipio. Afortunadamente, para el 28 de mayo, los ciudadanos de ambas localidades madrileñas tendrán la oportunidad de hacer pagar en las urnas estos excesos y defectos. Que sean los votos los que logren la armonía.