Natalia de Andrés junto a Daniel Rubio, concejal de Seguridad, en el último aniversario de la Policía Municipal

Decía el profesor Enrique Tierno Galván, a la postre alcalde de Madrid, que “el poder es como un explosivo: o se maneja con cuidado o estalla”. El poder tiende a corromper el alma de quien cree ostentarlo. Es un caramelo muy delicioso como para compartirlo con el de al lado. Por fortuna, los griegos inventaron una palabra como la democracia, para definir a un sistema de gobierno donde el pueblo tiene el derecho de decidir y controlar a sus gobernantes. Lo primero, a través de las urnas; lo segundo, con la ley y la separación de poderes

Por lo general, cuando alguien ostenta el poder, suele torcer hasta el máximo la voluntad de las urnas y también las normas con tal de sacarle beneficio y seguir, aunque sea unos minutos más, ostentando ese poder que es de prestado. Los españoles hemos bautizado popularmente esto como ‘arrimar el ascua a su sardina’. Es decir, utilizar uno y otro en beneficio propio.

Así llegamos a la realidad de Alcorcón estos días, donde a través de una instrucción se ha dado orden a los trabajadores municipales de que: “cualquier tercero interesado (sea representante de un partido político, asociación, fundación, mercantil, etc…) que desee acceder a cualquier centro o dependencia municipal para facilitar información, publicidad o mantener conversaciones con los empleados y empleadas públicos, conocer el desempeño de sus tareas o cualquier otra información relacionada con las mismas o efectuar fotografías o grabaciones por cualquier medio, deberán solicitar la previa autorización de la Concejalía Delegada a la que se encuentre adscrita la dependencia o centro, absteniéndose los empleados y empleadas municipales en facilitarles el acceso, permanencia o la utilización de estas dependencias”.

Con un poder absoluto hasta a un burro le resulta fácil gobernar. Y Alcorcón se merece un Gobierno de personas, no de coces antidemocráticas, como la de ‘prohibir’ a la oposición conocer el estado de las instalaciones municipales

Algo que supone, poco menos, un abuso de poder y cercena el trabajo de la oposición y medios de comunicación. Porque, pongamos como ejemplo, que alguien quiere denunciar que en estos cuatro años no se ha hecho absolutamente nada en un edificio municipal de la ciudad, como son las instalaciones deportivas o el ‘Castillo pequeño’ de Valderas, por citas casos. Puesto en sobreaviso el comisario político de turno, capaz de hacer un parche y decir que está todo en orden, que aquí no hay nada que mirar y a seguir durmiendo en los laureles. O también: ¿cómo van a hacer sus programas electorales los partidos políticos si no saben el estado de sus futuras propuestas? ¿Cómo van a cuantificar el presupuesto para ejecutarlas?

Vale que los programas de 2019 tanto de PSOE como de Podemos han resultado ser papel mojado, pero la ciudadanía de Alcorcón no se merece esta cacicada. Alcorcón es una ciudad grande, no un vulgar cortijo del Ejecutivo de turno, al que el poder le ha terminado de estallar en las manos. ¿Qué miedo tienen a que la oposición haga oposición? “Con un poder absoluto hasta a un burro le resulta fácil gobernar”, decía el historiador Lord Acton. Y Alcorcón se merece un Gobierno de personas, no de rebuznos y coces antidemocráticas.