Horas después del hundimiento del PSOE en las elecciones municipales y autonómicas, el presidente del Gobierno comparecía, sin preguntas de la Prensa, para decir que adelanta las elecciones generales al 23 de julio, en pleno verano y con muchos españoles a las puertas de las vacaciones o de vacaciones directamente.

Una más de este trilero que tenemos por presidente desde hace cinco años, cuya palabra tiene menos valor que un bolívar venezolano. Pedro Sánchez llegó mediante mentiras al Gobierno. Dijo que no pactaría con Podemos y fue lo primero que hizo; que no indultaría a los golpistas ni pactaría con Bildu, y han sido sus socios preferentes todos estos años.

Pero es que además, Sánchez prometió transparencia y acabar con la corrupción, y en estas elecciones municipales y autonómicas, el PSOE ha quedado manchado por la presunta compra de votos por Correo, que han salpicado directamente a candidatos socialistas en muchos lugares de España. Para más inri, la Unión Europea aprieta y quiere saber a dónde han ido los fondos europeos transferidos a España. Un oscurantismo y opacidad que se solapan a esos cambios de la política exterior, como es hincar la rodilla ante Marruecos en la cuestión del Sahara.

Este 28 de mayo, aunque eran comicios municipales y autonómicos, los españoles hemos aprovechado para decirle alto y claro que no queremos más un PSOE de Pedro Sánchez. Que se acabó.

Los socialistas han perdido comunidades autónomas como Islas Baleares, Valencia y Aragón. Están a un paso de perder Extremadura y han vuelto a ser arrollados en la Comunidad de Madrid. Una región, la madrileña, que ha despachado a los comunistas de Podemos, cómplices del sanchismo.

El futuro Ejecutivo de Feijóo tendrá que derogar todo el sanchismo, absolutamente todo. Que caiga piedra sobre piedra

Por eso el presidente del Gobierno no es tonto. Sabía que mantener un Ejecutivo con los morados al borde de la extinción hasta diciembre era prácticamente un suicidio y quiere anticiparse al posible apocalipsis que le espera en el horizonte. Para eso anticipa la convocatoria de las elecciones generales al 23 de julio, pleno verano, confiando que los españoles estemos más preocupados de las vacaciones que del futuro de nuestro país. Pero nos subestima.

España tiene ganas de votar y de trasladar la debacle socialista en estas municipales a las nacionales. Alberto Núñez Feijóo se antoja como el próximo presidente del Gobierno y haría bien en confiar en la estrategia de Isabel Díaz Ayuso, que ha cosechado una mayoría histórica en Madrid.

La batalla cultural e ideológica importa, no solo la política económica, y el futuro Ejecutivo de Feijóo tendrá que derogar todo el sanchismo, absolutamente todo. Que caiga piedra sobre piedra, desde los pactos con Bildu, que volvería a ser socio del PSOE si de Sánchez depende, hasta las leyes que favorecen a los agresores sexuales y permiten la excarcelación de violadores; pasando por las normas como la de vivienda, que son una losa para inquilinos y propietarios.

Tras una primera vuelta contra el sanchismo, queda ahora la segunda y definitiva, la del 23 de julio, para poner fin a las trampas de este presidente.