Foto: ACUSVAL

La filosofía clásica atribuye a Teofrasto aquello de que: “El tiempo es la cosa más valiosa que una persona puede gastar”. Mientras que el novelista e historiador estadounidense, Carl August Sandburg, nos recordaba que: “El tiempo es la divisa de tu vida. Es la única divisa que tienes, y solo tú puedes determinar cómo será gastada. Sé cuidadoso y no permitas que otras personas la gasten por ti”.

Lamentablemente, tiempo y dinero escasean en los bolsillos de los españoles, en estos tiempos que corren. De hecho, a día de hoy seguimos siendo el único país de Europa que no ha recuperado el PIB previo a la pandemia. Ahí seguimos estancados, como nuestro Gobierno, encabezonado en sostener 21 ministerios y un presidente dando lecciones de conservación del medio ambiente desde un Falcon, amén de una cohorte de asesores y aduladores varios, que te dicen que no hay dinero para las pensiones, que hay que reformarlas, mientras gastan cantidades injentes y bochornosas de ese dinero en su agenda política, en sus luchas intestinas y delirios de grandeza. Y lo consentimos, sí.

Las realidades económicas y temporales de nuestros políticos viajan en una vía paralela por la que discurren, por ejemplo, los problemas de los usuarios del Cercanías, que día a día se desloman en sus puestos de trabajo y centros de estudios, mientras soportan unas averías para cuya solución parece no haber dinero.

Este martes mismo, conocíamos que cada incidencia en el Cercanías de la Comunidad de Madrid cuesta la friolera de cinco millones de euros diarios en pérdidas, además de un retraso de media de 90 minutos. En dinero, supone un 0,7% del PIB de la Comunidad de Madrid, según se quejaba su hasta ahora presidenta. Y en tiempo, toda una vida.

Cada avería del Cercanías se estima que supone un coste de 5 millones de euros diarios para la economía madrileña. Para más inri, las incidencias se traducen en una media de 90 minutos de espera para los viajeros

El tiempo es oro. Es nuestro bien más preciado. Perder una hora y media de nuestra vida al día, porque al Gobierno no le da la gana reformar de arriba abajo el sistema ferroviario, es una auténtica salvajada. La alternativa es el vehículo privado, ese que en nada nos van a prohibir usar en nombre de la seguridad y la salvaguarda del planeta. Recuerden, el cambio climático es culpa suya por coger el coche, no de un presidente que no se baja del Falcon ni con agua hirviendo, amén de una comitiva interminable de coches oficiales, haciendo paseíllo a su ‘Sanchidad’. Y lo consentimos, sí.

Cinco años después de su ascenso al poder, vía moción de censura y después las urnas, la gestión del Cercanías perpetrada por el PSOE es una calamidad vergonzosa, si es que se tiene una pizca de dignidad. De Ábalos a Raquel Sánchez, su paso por el Ministerio de Transportes es para olvidar. Una gestión que cuesta tiempo y dinero a los madrileños. Sus satélites en forma de alcaldes lo saben, y de momento callan. Quienes hablarán serán las urnas. Y el día que vayan a votar, cojan un Cercanías para recordar qué opción política no meter en la urna.