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El escritor alemán y nacionalizado estadounidense, Thomas Mann, es considerado como uno de los mejores de su generación, a finales del siglo XIX y principios del XX. Ganador del Premio Nobel por Los Buddenbrook. Decadencia de una familia, entre sus trabajos -aparte del más famoso como La montaña mágica– podemos encontrar obras breves como La muerte en Venecia. Incunables de recomendada lectura, al igual que las frases celebres que Mann nos dejaba para la posteridad, como por ejemplo aquella que rezaba: “Sabemos perfectamente que introducir cambios y nuevas costumbres es el único medio del que disponemos para mantenernos vivos”.

La extrema izquierda tiende a repetir sus vicios de siempre, de no respetarse ni siquiera entre ellos. Surgiendo así los primeros ‘navajazos’

Unos cambios, una evolución, que la extrema izquierda en Leganés -y contraposición en toda España- no ha sabido -o no ha querido traducir en hechos, empeñada en repetir sus viejas costumbres y esa eterna división que la lleva a fragmentarse en mil pedazos, a cada cual más estrambótico. La extrema izquierda siempre inicia su camino decadente -como la familia Buddenbrook-, con una carta de presentación a priori novedosa. Aires nuevos, aires de cambio, que la llevan a ser una de las fuerzas más votadas y con más representación -6 concejales en Leganés.

Pese a esa novedosa puesta en escena, que embauca a un elector hastiado por el ninguneo clásico del PP-PSOE -y en Leganés, desgraciadamente: ULEG-, la extrema izquierda tiende a repetir sus vicios de no respetarse ni siquiera entre ellos. Surgen así los primeros ‘navajazos’ internos que luego se vuelven heridas en canal en cuanto la fuerza mayoritaria -en este caso, Podemos Madrid-, toma cartas en ese Frankenstein político y acaba por dinamitarlo. El divorcio a la italiana que ya reprodujimos en estas mismas líneas hace un año, cuando la unión Leganemos-Podemos saltaba por los aires.

La clásica y eterna división de la extrema izquierda acerca a Leganemos al PSOE y a Podemos a donde quiera el inefable Ramón Espinar

Los aires nuevos de entonces, se tornan en un hedor que parece apaciguarse con primarias. Hasta que, repitiendo otro de los viejos dejes de la extrema izquierda populista, de nuevo el aparato central sobre el que fluctuán sus satélite, pega un ‘golpe de Estado’ y se carga de golpe y porrazo lo que hace solo tres años venía a representar el cambio.
En esta ocasión ha sido Ramón Espinar hijo, bajo el paraguas de otro flagrante fraude, el que ha dado el golpe de gracia a la extrema izquierda de Leganés. Y así, Podemos y Leganemos irán por separado en los comicios locales de 2019, mientras sus homónimos de la derecha -ULEG- se van rearmando, mientras tratan estérilmente de despejar sus basuras internas en forma de amenazas en comisiones de investigación -’Caso Almagro’-.

La extrema izquierda pepinera no ha sabido introducir nuevas costumbres ni cambios para mantenerse viva. Ha repetido sus defectos de siempre para culminar con la eterna división que, hoy, acerca a Leganemos al PSOE –véase la aprobación del borrador de ordenanzas– y a Podemos a dónde quiera el inefable Espinar. Que ya se sabe que la democracia sirve para unos y para “nosotros” lo que diga el líder.