Rafael Pinto

Ya advertimos en el último número de hace dos semanas del extraño caso del alcalde Jekyll y el señor Hyde para referirnos a la figura de Rafael Sánchez como regidor de todos los pinteños. Sí, de todos. Hasta de aquellos que no le votaron e hicieron bien en no confiar en él durante las pasadas elecciones.

La novela de Robert Louis Stevenson escrita en 1886 nos servía de alegoría para explicar las dos caras que tiene el alcalde de Pinto. La primera, la del doctor Jeckyll. Amable, capaz de llegar a acuerdos con parte de la oposición y sacar adelante importantes inversiones para el municipio. Incluso de conveniar la apertura de la Torre de Éboli, un patrimonio incalculable del que por fin podrán disfrutar los pinteños.

Sin embargo, la cara afable de Sánchez tiene un reverso oscuro y tenebroso. Es el rostro del señor Hyde. Ese regidor que falta el respeto a la otra parte de la oposición con la que es incapaz de acordar nada. Pero también, y mucho más preocupante, la de ese alcalde que hunde la moral de gran parte de la ciudadanía; que ataca sin justificación alguna los sentimientos de una parte muy importante de Pinto.

El último ejemplo de esta otra cara de Sánchez es el caso de Pintogym, un emblema del municipio. Y eso porque llevaba veintidós años prestando el servicio a los pinteños de una forma casi extinta. Se trataba del gimnasio de barrio de toda la vida que realizaba una labor social inmaculada. De golpe y porrazo, el Gobierno de Ganemos Pinto ha arrasado con esa conciencia de barrio, de gente de toda la vida y de fraternidad vecinal. Y lo ha hecho en base a la privatización más radical del servicio, con más sombras que claros, porque la empresa adjudicataria ya anunciaba la adquisición del gimnasio días antes de abrirse el sobre en la Mesa de contratación. Una cacicada más de un alcalde que cumple la máxima del Despotismo Ilustrado -más de lo primero que de lo segundo-: Todo para el pueblo pero sin el pueblo.

A ese clima de bronca constante ha llevado Ganemos Pinto al municipio. No se puede gobernar al margen de la gente cuando, para más inri, te autoproclamas como el Gobierno del pueblo. No solo los antiguos gestores de Pintogym han sufrido en sus carnes la voracidad déspota de Rafael Sánchez, cada día más nervioso por el empuje de la exalcaldesa Miriam Rabaneda y un Diego Ortiz, el líder del PSOE, que se ha quedado como el único garante de las verdaderas políticas de izquierda en Pinto.

Apoyando codo con codo a las trabajadoras de Aserpinto, a los vecinos de Pintogym o, cuando ha sido necesario, a otra asociación castiza en el municipio como Perrigatos en Apuros, la última en sufrir las devastadoras consecuencias de la gestión de Ganemos. Tras siete años inmerso en el Proyecto Galiana, concienciando a los más jóvenes en la defensa y protección de los animales, la asociación abandona el proyecto por la intolerancia de Rafael Sánchez y los suyos. Una certificación más del fracaso laboral, ecológico, participativo y social de Ganemos Pinto y un regidor que cada día luce más la cara del señor Hyde, para lamento de los pinteños que sufren en sus carnes la pesadilla del ‘gobierno del cambio’.