firmas pintogym

Toda confrontación con el poder establecido entraña sus riesgos. Algo así ocurría en Pinto ahora ya hace un año, con motivo de la externalización del antiguo Pintogym. Ríos de tinta han corrido en el municipio sobre este asunto que volverá a abrirse en canal en los próximos días dada la incertidumbre que existe entre usuarios y trabajadores sobre el futuro de la instalación, ahora que en octubre vence el contrato de la concesionaria del servicio. Por eso es importante echar la vista atrás y ver de dónde venimos.

La externalización de Pintogym ha sido y sigue siendo noticia estos 365 días gracias sobre todo a la encomiable resistencia de un grupo de vecinos que vieron en la decisión de Ganemos un atropello que ponía fin a décadas de un servicio dado desde, por y para el pueblo. El Ejecutivo puso sobre la mesa todos los argumentos legales posibles para justificar su decisión. Fuertes, sí. Pero dejó a un lado el apartado moral. Se olvidó del sentimiento de pertenencia a una familia, a un vecindario, a un barrio. Ese componente nunca lo tuvo en cuenta y de ahí se fraguó la resistencia popular.

Esos han sido los dos caballos de batalla que han chocado en esta crisis que ha apuntado directamente al corazón de Ganemos Pinto. Y es que paradójicamente, la recogida de firmas contra la externalización del gimnasio nacía del germen mismo de Ganemos Pinto. Parte de su base, perteneciente a Pintogym, no entendió la decisión tomada. Ni entonces, ni un año después. Es más, se sintieron engañados y contra ello han estado luchando todos estos días hasta llegar a la encrucijada que se viene encima.

De ahí lo chocante de este conflicto. Como un Gobierno al que se presupone de izquierdas, autoproclamado del cambio y de los vecinos, no ha sabido -o no ha querido- oír a estos. A los suyos. Los pinteños. Como decía el escritor y periodista uruguayo, Eduardo Galeano: “el poder, es como un violín. Se toma con la izquierda y se toca con la derecha”. Resumen perfecto de la gestión de Ganemos en todo el asunto de Pintogym.

Pese a tratar de imponerse por la fuerza en el conflicto, la irreductible resistencia de los usuarios del gimnasio contra la externalización no ha cesado hasta hoy. Todavía continúa, con fuerza y argumentos. Este grupo de vecinos, en un año, ya sabe lo que cuesta enfrentarse a los aparatos de poder que, aunque locales, son fuertes. Se les ha tratado de empañar con otra campaña paralela de descrédito surgida de los que antaño fueron sus compañeros, pero a todas luces estéril viendo las 4.600 firmas que han obtenido en este tiempo. Una cifra nada baladí.

Para los precursores de la iniciativa en defensa del gimnasio de siempre, este ha sido El año que vivimos peligrosamente, utilizando el título homónimo de la película de Peter Weir, que sirve para recordar como los aires de cambio pregonados desde la autoproclamada nueva izquierda, la del pueblo, la de la bandera de Ganemos, se hace jirones en cuanto llega al poder. Un año, pues, que vale para la reflexión y pensar en estos meses que quedan antes de volver a depositar el voto en lar urnas.