Rafa-sanchez-pinto-confianza

En el año 1886 veía la luz una de las obras literarias del terror y el misterio más icónicas de la historia. Su título: El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde. Su autor, el gran Robert Louis Stevenson cuyo legado han continuado otros autores como H.G Wells o Joseph Conrad entre otros, ahondaba en la psique humana a través de un personaje, el doctor Jekyll, hoy eterno e incrustado en el imaginario colectivo como símbolo de la dualidad de la personalidad. Un individuo capaz de lo bueno y de lo malo. Dos caras de una misma persona que por el día representa un papel y por la noche otro radicalmente opuesto.

Algo así -saltando muchas, muchísimas distancias- le ocurre al alcalde de Pinto, Rafael Sánchez. El primer edil, por si no lo recuerda, de todos, absolutamente todos, los pinteños. Tanto los que le han votado como los que no lo hicieron por el simple hecho de que no les genera confianza -con razón-. Es lo bueno, muy bueno, que tiene una Democracia.

Pero como ya decimos, la historia de Stevenson sirve para retratar a un alcalde con dos caras. La primera afable. La que firma acuerdos en beneficio de Pinto con uno de los partidos de la oposición. Solo uno, es verdad, pero está en su derecho de buscar cómplices de sus políticas porque, como ya aventuramos, en eso consiste el juego de la política y de la Democracia. Ese alcalde, el del pacto con el PSOE, el de la bondad, es cercano. Amable incluso. Es un regidor que trabaja para mejorar -o al menos intentarlo- el municipio por la vía de las inversiones. Acertadas o no, está en su derecho de gestionar conforme a sus ideas el municipio hasta 2019.

Aunque a esa cara del alcalde a veces se le agria el gesto cuando dice que prefiere tener levantado el pueblo a dos años de las elecciones que a tres meses. Con esa chulería ya se avecina el otro rostro que está por aparecer. El del señor Hyde, un misántropo, adusto y renegado personaje que no levanta las aceras de Pinto sino el carácter del respetable con comentarios y actitudes que rozan la censura democrática -sí, en Democracia también hay límites y son necesarios para la buena convivencia-.

Es en esa cara más oscura donde Rafael Sánchez demuestra que no está hecho para gobernar y sí para opositar eternamente al cargo. Ya no solo por negarse a ratificar una declaración emanada por la Federación Española de Municipios y Provincias en defensa de los alcaldes amenazados por los secesionistas catalanes. Más bien por despreciar a un sector importante de los pinteños que no comulga con su persona, sus ideas y a los que continuamente ningunea. Ya no solo él, sino el resto de su Gobierno que protagoniza en los Plenos altercados mensuales, convirtiendo la sala de todos en un patio de colegio.

Y así cada Pleno en Pinto se convierte en una gresca continúa por los desplantes de Rafael Sánchez a buena parte de la oposición. El señor Hyde ha secuestrado el Pleno donde más que hablar de inversiones, necesarias, se habla de las constantes faltas de respeto y talante de una persona convertida en alcalde por obra y gracia del PSOE. Todo tiene un límite y 2019, las urnas, lo dictarán.