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En el Partido Popular de Madrid, como sucede en la práctica totalidad de los partidos políticos en España, rige una ley no escrita, casi tan insobornable como la de la gravedad, que dice que la probabilidad de supervivencia política es directamente proporcional a la magnitud del poder que se detente en una agrupación local del partido e inversamente proporcional al grado de espíritu crítico que el aspirante a la supervivencia manifieste hacia el líder de turno. De ahí que, cuando las aguas bajan revueltas, y cuando no está muy claro quién se va a llevar el gato al agua, surjan candidaturas alternativas travestidas de apertura y espíritu democrático, que pretenden ofrecer sólidas alternativas de gestión e ideario político siempre al servicio de los sufridos ciudadanos y de los aún más sufridos militantes del Partido Popular.

Pero no se llamen a engaño: nadie, o casi nadie, se mueve sin la aquiescencia del líder o la lideresa ejerciente, y cuando hay un solo sillón y más de un candidato, suele imponerse el manido consenso, palabra mágica en el vocabulario político español que tiene el mismo efecto que una dosis de doble de tranquimazin sobre el sistema nervioso central: bendito consenso que evita el riesgo y el cansancio del debate y que oculta bajo un grueso manto de estupefacción la inanidad política de unos, el afán de otros por vivir del erario público muchos años bajo el paraguas de una lista electoral –a ser posible en la oposición y sin responsabilidades—y la imperiosa necesidad de alguno o alguna de tener una red de seguridad por si en el circo de Puerta del Sol las cosas se ponen feas.

¿La acción política y el ejercicio de la oposición en Pinto? ¿La preparación de la filas populares pinteñas para recuperar la Alcaldía? Eso no es lo importante. Hoy, con las nuevas tecnologías, se puede hacer teletrabajo desde un despacho oficial a 20 km de Madrid. Lo importante es conservar el sillón local del Partido, que viene a ser como el chaleco salvavidas en caso de naufragio. Y para hacerlo, merece la pena ceder en algo. Enhorabuena, Sr. González, Don Fernando; no hay que ser avaricioso. Es usted un hombre de consenso, y su moderación tendrá como premio un sillón, no lo dude.

Y enhorabuena, Doña Miriam. Es usted una mujer razonable que mira por sus intereses, que son los mismos que los del Partido Popular de Pinto, porque la caridad bien entendida, comienza por una misma. Siga usted tranquila en su Dirección General de la Comunidad de Madrid, ya tiene asegurada su retaguardia, su chaleco salvavidas y su red de seguridad. Pinto se le ha quedado ya pequeño, es cierto; pero quien sabe… si las cosas vienen mal dadas, en dos años otra vez candidata a la Alcaldía por Pinto, ¿no? Es lo bueno del consenso: prietas las filas ganan todos, y nadie pierde… salvo los militantes y los ciudadanos, claro. La oposición, que la hagan otros, que en Sol hay mucho trabajo.