ESTELADAS BANDERAS DE LA REPÚBLICA

A finales del siglo XIX (en torno a 1985), el novelista británico Herbert George Wells escribía uno de los relatos más fascinantes de la época como La Máquina del Tiempo. H.G. Wells está considerado como uno de los padres de la ciencia ficción novelística, como Julio Verne o Isaac Assimov. Los tres elucubraban sobre cosas impensables en la época, y algunos vaticinios que hoy sí son realidad. Pero en el caso de Wells, encontramos específicamente esa máquina del tiempo que, años más tarde, llegaría a la gran pantalla -1960- de la mano del cineasta húngaro, George Pal, con Rod Taylor como protagonista. Un eterno secundario del cine clásico y de actores como Glenn Ford, David Niven o Burt Lancaster. Un trabajo, en La Máquina del Tiempo que le valió para protagonizar ‘Los pájaros‘ tres años más tarde.

Recurrir a las nostalgias del pasado para aliviar las penurias del presente entraña sus riesgos y puede producir división y enfrentamiento

Lejos de curiosidades cinematográficas y literarias, el trabajo de Wells nos lleva a un Londres decadente, con una humanidad al borde del conflicto en ciernes. El protagonista de la obra plantea a sus colegas eruditos la pregunta: ¿Puede alguien cambiar su destino? Antes de mostrarles su invento revolucionario. Una pregunta que se va ir desvelando a lo largo de la novela -y la película- a través de varias etapas: desde la Primera Guerra Mundial, al bombardeo nazi de Londres, pasando por una hipotética guerra nuclear y el aterrador futuro del año 802.701, con una sociedad polarizada, dividida entre los pusilánimes Eloi y los Morlocks, seres del inframundo y personajes hoy de culto.

El trabajo de Wells -y de Pal en su adaptación- sirve también para abrir un debate en la sociedad -aún todavía siglos después- sobre los riesgos de jugar con el tiempo. El ser humano es incapaz de encontrar consuelo en su desdichado tiempo presente, y utiliza a menudo esa nostalgia para reconfortarse.

El alcalde debería saber que cuando en casa no se educa contra actos vandálicos, no puedes pedir a tus vecinos que cunda el ejemplo cívico

Pero como decimos, recurrir a esto entraña sus riesgos. Puede producir división y enfrentamiento. La Máquina del Tiempo es un peligro en manos inadecuadas, como por ejemplo, las del alcalde de Pinto, Rafael Sánchez, que un año más ha tratado de evocar los tiempos de la II República -mira que es basta la historia de España y recordemos como acabó este periodo, enfrentando a unos españoles con otros- izando la bandera tricolor. Y su intención no era solo un día, sino toda la semana. Y claro, ese gesto de quien se supone alcalde de todos los pinteños y no solo de los que le han votado, no ha gustado a quien dicho pendón preconstitucional le puede llegar a ofender. Así, en un acto vandálico e injustificado, es verdad, la enseña ha sido robada. Pero el asunto ha ido a más y miembros de Ganemos, concejal de Empleo incluido, se fotografiaban con esteladas dando pábulo al secesionismo racista e inconstitucional que tratan de imponer los independentistas en Cataluña. Más leña al fuego.

El alcalde y sus acólitos deberían saber que jugar con el tiempo y las emociones es arriesgado. Sobre todo con un periodo que ha polarizado tanto a los españoles y más con el secesionismo de por medio. Pero más debería saber que, cuando en casa no educas contra actos vandálicos y gamberradas, no puedes pedirle a tus vecinos que cundan con ese ejemplo de civismo.