Era el año 1974 cuando en un debate televisado, el candidato de la derecha a presidir la República de Francia, Valéry Giscard D´Estaing, le espetaba al candidato socialista, François Mitterrand, aquello de: “Usted no tiene el monopolio del corazón”. Y es que Miterrand se autoproclamaba como el único defensor de las causas de los más necesitados frente al miedo a la derecha. Sin embargo la frase lapidaria de Giscard D´Estaing le valió para desnudar políticamente al candidato socialista en segunda vuelta y hacerse finalmente con el Palacio del Eliseo.

Hoy, otro socialista como Pedro Sánchez, presidente del Gobierno con una moción de censura apoyada por Podemos, nacionalistas catalanes, vascos y Bildu, se ha bautizado heredero en España de Miterrand. Todo ello después de anunciar vía Twitter -más ‘cool’- que España acogía en el puerto de Valencia el barco ‘Aquarius’ con 629 refugiados a bordo, después de que Italia y Malta cerrarán sus fronteras y se negaran a esta empresa.

El peligroso efecto llamada que, por ejemplo, en Alemania, Austria y Francia, ha provocado el auge de partidos de extrema derecha

Obviamente, y más con las imágenes de telediario al fondo, a todos se nos encoge el alma viendo la situación limitada de personas a la deriva en el Mediterráneo. Pero siempre, o casi siempre, la televisión no es la realidad. Como tampoco Twitter. El propio ministro de Exteriores, Josep Borrell, justificaba la decisión del Gobierno de Sánchez calificándolo como un problema de todos, “no un año de Grecia, al año siguiente de Italia y puede que nos toque a nosotros dentro de poco”.

Y tiene razón Borrell. Las fronteras son de la Unión Europea. De toda la Unión Europea. De los 27 países, no solo de España, ni de Pedro Sánchez y mucho menos de Ximo Puig, el presidente de la Comunidad Valenciana. Hasta Médicos sin Fronteras, que algo sabe del rescate en alta mar, alertaba del peligro de que el Aquarius atraque en el puerto de Valencia.

Ya dice Borrell que la inmigración es “un problema de todos, no un año de Grecia, al año siguiente de Italia y nuestro dentro de poco”

Pero Sánchez ha actuado con el corazón y el márketing en el que ha basado toda su carrera política hasta llegar a la Moncloa. Y eso parece justificarlo todo. Primero fueron los 17 ministerios de su Gabinete, con el derroche de dinero público que eso supone. Después los anuncios de varias carteras, muchos de ellos mediáticos –y uno ya ha claudicado políticamente por su líos con Hacienda-. Y ahora, de sopetón y sin consenso interno ni externo, acoger el Aquarius. Sin preguntarse antes si España tiene la capacidad social, económica y de infraestructuras para invertir en esta empresa. Desde luego que esto no es lo políticamente correcto, pero al final somos los ciudadanos de a pie quienes sufrimos las decisiones de políticos de “corazón” y “márketing”, que gestionan un dinero público que “no es de nadie”, como dijo la excelsa ministra Carmen Calvo en su etapa durante el Gobierno de Zapatero.

Y lo más peligroso aún, el mensaje que llega a las mafias de trata de seres humanos. El peligroso efecto llamada que, por ejemplo, en Alemania, Austria y Francia ha provocado el auge de partidos de extrema derecha y xenófobos. Todo por manipular los sentimientos del corazón para un fin político. Decisiones que deben consensuarse en Europa y que conciernen e implican a todos los países comunitarios, como dice Borrell. Y no que sean los ciudadanos españoles quienes, una vez más, paguen la barra libre del márketing político de Sánchez.