El ser humano, la máquina perfecta. La final del Open de Australia de este pasado fin de semana lo ha demostrado una vez más. Y el ejemplo, cómo no, Rafa Nadal.

Un algoritmo de inteligencia artificial apenas llegó a darle un 4% de posibilidades de victoria frente al ruso Daniil Medvedev, al que acabó derrotando en un partido de tenis épico. Como heroico fue que el manacorí destrozara al Big Data a base de concentración.

No hay más, aunque pueda parecer superficial lo que digo. Hagan la prueba. Fíjense en el tenista. Ni un aspaviento movido por el miedo (ya sea ira, tristeza u odio); todo lo contrario. Fija su mirada en la bola, unifica pensamiento, emoción y acción. Armoniza sus cuerpos en uno solo. Y un ser humano unificado, sin distracción, división o dispersión es la máquina perfecta. Prueben la concentración, aunque sea por un segundo. ¿Qué tienen que perder?