De sobra es conocido que el contribuyente y, finalmente, votante, solo importa a sus representante políticos los meses previos a las elecciones. O como decía Castelao: “El pueblo sólo es soberano el día de las elecciones”. Desgraciadamente, la ciudadanía se ha acostumbrado a esta máxima y además vive como habitual que el político de turno diga una cosa e inmediatamente la contraria en menos que canta un gallo.

El último ejemplo: los semáforos de Manuela Carmena en la A-5. Hagamos un ejercicio de memoria histórica. No hace cuarenta años, sino unos meses. Concretamente: mayo de 2018. Entonces, Ahora Madrid -la marca blanca de Podemos- y PSOE unían sus fuerzas en la capital para aprobar las primeras medidas encaminadas a convertir la A-5, entrada a Madrid, en vía urbana. Desde el radar de tramo, que entrará en funcionamiento antes de fin de año; a semáforos en la zona de Campamento y que se pondrán en marcha, si nada cambia, a principios de 2019.

Siguiendo en mayo y hasta hoy, portavoces y alcaldes del PP de la Comunidad afectados por esta medida -como el de Alcorcón, Boadilla o los líderes de Fuenlabrada y Arroyomolinos- se lanzaban en contra de esta ocurrencia de Carmena, llegando incluso a solicitar amparo al Defensor del Pueblo. Instalar semáforos, en la A-5, como el propio Ayuntamiento capitolino reconocía, supone incrementar un 350% los atascos y convertir en un infierno la vida de millones de ciudadanos que van a Madrid en coche por trabajo, estudios u ocio.

Este cambio de chaqueta no responde más que a una estrategia electoralista, en la que el PSOE de Madrid entiende que el votante es corto de entendederas y solo merece respeto una vez cada cuatro años

La izquierda en Madrid se unía en mayo para cercenar la movilidad a los vecinos del sur. Ciudadanos, viendo el nicho de votos a un año de las municipales y autonómicas, se ponía a rebufo del PP. Y ahora, en un giro de los acontecimientos, el PSOE, que llamaba a estos dos “agoreros” y “apocalípticos” hasta hace unas horas, rechaza también la instalación de semáforos en la A-5.

Los socialistas de la región han visto las orejas al lobo, a casi seis meses de las elecciones. Este cambio de chaqueta no responde más que a una estrategia electoralista, en la que el PSOE de Madrid entiende que el votante es corto de entendederas y solo merece respeto una vez cada cuatro años. Y donde dije digo en mayo, digo Diego ahora.

Es verdad que agrupaciones socialistas, como la de Fuenlabrada, dijeron no a los semáforos desde que se supo la medida. Eso sí, con la boca pequeña. Otras en cambio, se ven ahora retratadas por esta rectificación in extremis. Menudo papelón, por ejemplo, para el PSOE de Alcorcón, que tras rechazar en el Pleno de la ciudad la propuesta del PP pidiendo la suspensión de la medida se encuentra ahora en tierra de nadie por una orden de arriba.

Los populares, en cambio, salen reforzados porque siempre han mantenido su postura en contra de los semáforos de la A-5. La traición del PSOE a su compañera Carmena a la que en su día le dio el bastón de mando de la capital es un balón de oxígeno para el PP que, aplicando la máxima de Napoleón, no debería interrumpir a su enemigo cuando sigue cometiendo errores.