“Así es el mundo, así es España, y así nos vamos educando todos en el desprecio del Estado, y atizando en nuestra alma el rescoldo de las revoluciones. Al que merece, desengaños; al que no, confites. Esta es la lógica española. Todo al revés; el país de los viceversas”.

Con esta contundente locución resumía Benito Pérez Galdos en Miau, novela breve dentro del ciclo de las Novelas españolas contemporáneas, la idiosincrasia de nuestro país y de una ciudad como Madrid. De esa mastodóntica burocracia que pagamos y soportamos los vecinos. De esas paradojas que tiene España y su capital, capaz de lo bueno y a la vez, lo malo.

Es la norma común de una ciudad viceversa como Getafe. Una localidad que aprueba en estadísticas pero suspende en percepción

La obra, de finales del siglo XIX, bien vale también para definir el curioso caso que existe en Getafe últimamente. La ciudad de los viceversas. Y más con respecto a los datos de criminalidad. Según el Ministerio del Interior, en el primer semestre de este año las infracciones penales han bajado ligeramente y de media un 1,4%, pasando de 4.477 cometidas en el mismo periodo de 2018, frente a las 4.416 en lo que llevamos de año. No es mucho, pero sí un granito de esperanza teniendo en cuenta otros datos estadísticos de Interior en el pasado.

Sin embargo ahí viene la paradoja. No todo son cifras, ni estadísticas. Están los intangibles. La subjetividad. La percepción. Las sensaciones del individuo. Aquello de lo que hablaba Johann Wolfgang von Goethe en su famoso Zur Farbenlehre sobre la psicología del color, contradiciendo a Isaac Newton.

En síntesis, Von Goethe sostenía que un objeto no depende única y exclusivamente de la materia que lo compone, como defendía Newton. El filósofo, científico, dramaturgo y novelista alemán introducía otra variable de vital importancia como la percepción que tenemos de dicho objeto (o en lo que nos ocupa: ciudad).

Los datos de Interior podrán señalar un descenso de los delitos, pero la sensación de inseguridad crece de forma galopante

En el caso de Getafe, los datos del Ministerio del Interior podrán decir que las infracciones penales han caído en estos seis primeros meses del 2019. Pero eso no mitiga la sensación galopante de inseguridad que sufrimos en el municipio. Desde el intento de rapto a una menor, varios robos con violencia e intimidación, frustrados afortunadamente en varias ocasiones por el trabajo policial; menores saqueados en el Metro o ancianos que tienen que tener mil ojos a la hora de sacar sus sufridas pensiones del banco, son algunas de las muestras de esa intangible falta de seguridad que soportan los getafenses.

Es la norma común de una ciudad viceversa como Getafe. Una localidad que aprueba en estadísticas pero suspende en percepción. Y al revés ocurre en materia económica, pues desde el Gobierno de Sara Hernández se vende constantemente la reducción de la deuda y la teórica senda de bonanza en la que se encuentran las cuentas, al mismo tiempo que en lo que llevamos de 2019, Getafe es una de las ciudades madrileñas que más tarda en pagar a sus proveedores, según la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos. Esta es la realidad de Getafe, tras perder el tren del cambio allá por el mes de mayo.