Igualita que la película de David O. Russell. Este fin de semana se celebró una nueva cumbre por el clima. Asistieron los países más poderosos del planeta, a excepción de China y Rusia, paradójicamente los más contaminantes.

Y no solo eso, sino que quienes participaron en la cumbre llegaron en potentes coches oficiales. 85 nada más y nada menos que para la momia estadounidense, Joe Biden, que encima se quedó dormido. Menuda emergencia.

O jet privados que, hasta donde yo sé, por sus tubos de escape no salen rosas ni buenos humos. Por cierto, hasta 400 aviones de magnates y empresarios para decirte a ti, estúpido granuja, que tu furgoneta diésel o hacer el amor en la ducha, con agua caliente, está matando al planeta.

La hipocresía es evidente. Hablan de cambio climático y supervivencia del planeta quienes más contribuyen a su muerte. Pero no son ellos, somos todos nosotros los que nos hemos dejado pisotear por su abyecta agenda, disfrazada de buenas intenciones con las que seguir haciendo negocio a costa de nuestras libertades.

Claro que hay un punto de no retorno, pero no precisamente en el clima, sino en nuestras esclavizadas vidas. Reflexione y reaccione ante esto. Y abríguese, porque mañana hará frío, que para eso estamos a las puertas del invierno.