Imagen de Bernardo Montoya capturada del video de Telecinco

La necesidad de la prisión permanente revisable vuelve otra vez a la primera línea. Como ya ocurriera con el asesinato de Diana Quer -hace ahora un año que se halló su cadáver-, España asiste a lo que parece otro crimen similar: el de la joven profesora de 26 años, Laura Luelmo.

Y de nuevo, como confeso culpable, un hombre -Bernardo Montoya- cuyo paso por la cárcel no ha servido para absolutamente nada. Lo que pone en evidencia la necesidad de mantener la prisión permanente revisable, por mucho que Unidos Podemos, PSOE y PNV quieran derogarla o Alberto Garzón hable de derechos humanos y se pase por el arco del triunfo a la familia y a las víctimas que claman por mantener este castigo.

El Estado -jueces, psicólogos penitenciarios y políticos- ha fallado en la protección de Laura y tantas otras mujeres segadas de la existencia por este tipo de monstruos que no deberían haber estado en la calle. Miriam, Toñi, Desiré, Anabel, Marta, Mariluz, Diana y ahora Laura. ¿Cuántas más tienen que ser asesinadas para que los políticos hagan de una vez su trabajo y legislen para proteger a las mujeres y castigar a los asesinos?

Criminales a los que se les ha dado una oportunidad de reinserción, como manda la Constitución, y la han desaprovechado. No solo eso. Han seguido causando dolor porque no son seres humanos, sino alimañas que no merecen seguir entre la sociedad. Los huesos de estos asesinos solo tienen un camino: la eterna cárcel y nada más.

Por la memoria de todas las víctimas a las que el sistema penitenciario y judicial español ha fallado. Por sus familias y las mujeres que siguen vivas merecen hacerlo sin miedo, que el Estado no vuelva a errar. Y, sobre todo, que se mantenga la prisión permanente hasta el final de sus consecuencias.