Garantizar la seguridad de una ciudad es, tal vez, el pilar fundamental sobre el que debe basar un buen Gobierno su gestión. Al fin y al cabo, el sufrido contribuyente aspira a trabajar, pagar unos impuestos acordes a los servicios que recibe y pasear por unas calles limpias y seguras. Si algo de eso no se cumple, es que el contrato social entre gobernantes y gobernados ha quebrado, y hay que pedir responsabilidades.

En política hay un intangible, como en la vida, que son las sensaciones o las emociones. Eso no lo miden las estadísticas ni los datos oficiales. Huelga decir que éstos últimos son importantísimos y dignos de tener en cuenta, pero no calculan con cirujana precisión el día a día del vecino.

Y eso ocurre hoy día en Alcorcón. La seguridad de la ciudad está en tela de juicio. El Ejecutivo municipal recurre a los datos de Policía Nacional, Policía Local y Guardia Civil para avalar su gestión en este campo. “Si realizamos una comparativa entre enero y abril de 2019 y 2021 -no se ha realizado con respecto a 2020 ya que el año pasado existía un confinamiento- se refleja que, si en 2019 se produjeron 2.070 delitos, en el mismo periodo de este año, se han producido 1.814, es decir, se han reducido un 12,37%”, decía el concejal del ramo, Daniel Rubio.

Y no será aquí donde se discuta el trabajo policial, ni mucho menos las palabras del edil. Ahora bien, volvamos a ese intangible: el de las emociones.

En política, como en la vida en general, hay intangibles que son las sensaciones y emociones. Eso no lo miden las estadísticas oficiales

¿Qué pensarán de estas palabras y cifras los vecinos de la plaza de San Pedro Bautista, donde el menudeo de droga es habitual y el pasado 2 de abril se evidenció en una batalla campal entre bandas latinas?

¿O los alcorconeros de la plaza de las Escuelas, que vieron como el jueves, 22 de mayo, apuñalaban a un joven también tras una disputa de bandas latinas por el control de la zona, y dos días después -el sábado- propinaban una brutal paliza a otro en la misma plaza como vendetta?

¿O los mayores que acuden con espanto a los cajeros automáticos a sacar el dinero del mes, con un ojo a la cartilla y otro a la espalda para que no les asalten?

¿O los vecinos del centro, que de madrugada se levantan alertados por las alarmas de los locales ‘okupados’?

¿O los hosteleros a los que les revientan sus bares con las tapas de las alcantarillas?

Quizá alguien debería bajar del despacho, donde es fácil decir que “Alcorcón es una ciudad segura”, y responder cara a cara a esos vecinos cuyos sentimientos y emociones distan mucho de las estadísticas oficiales.

Porque la sensación de inseguridad en una ciudad, en este caso en Alcorcón, no se ataja desde la planta noble del Ayuntamiento, sino con medios materiales y humanos, y un plan concreto de actuación y prevención, coordinando a todas las áreas y dando lo mejor de uno mismo; asumiendo las críticas, que van en el sueldo, y dejándose de rimbombantes frases o escurrir el bulto diciendo que la Comunidad de Madrid no invierte lo necesario. Ese es el camino fácil, pero no el deseable.

Se acabaron, pues, las excusas. Es el momento de ganarte el sueldo y de trabajar por unos vecinos que, al fin y a la postre, son los que aseguran tu puesto en el Ayuntamiento. Qué menos que garantizarles, como contraprestación, un mínimo de seguridad en sus calles, plazas, negocios y cajeros. En definitiva, es el momento de que los gobernantes de Alcorcón dejen de preocuparse de la seguridad de sus puestos, y se preocupen de la seguridad de sus ciudadanos.