A pesar de los pesares, afortunadamente el teatro sigue vivo. Y con él, los clásicos como Lope de Vega y ‘La viuda valenciana’, una de sus comedias escritas en el siglo XVII, donde habla de la mujer libre y decidida a vivir la vida a su manera.

En pleno siglo XXI, Borja Rodríguez dirige la adaptación de este texto, con Amalia Hornero como protagonista, con quien hemos hablado antes de su actuación en el José Monleón (Leganés) el 9 de abril, y en el García Lorca (Getafe) el 25 de abril.

Publicada en 1620 y por lo que cuenta y cómo lo cuenta, parece que fue ayer.
(Sonríe) Como muy bien dices, podría estar escrita a día de hoy. Lope de Vega es revolucionario y transgresor para su época, pero también te diría que para ahora, porque plantea la historia de una mujer que hace un ejercicio de poder y libertad sobre su vida.

A día de hoy aún hay muchos seres humanos que no pueden practicar esa libertad y es algo que a mí también me revoluciona. Me parece tan importante que nos lo contemos y lo compartamos. Por eso la obra es una fiesta dedicada al amor y la libertad, y eso se lo ofrecemos al espectador.

Lope utiliza la viudedad para construir comedia. Le sumamos el amor y la libertad que me decías. Valores que con humor se transmiten mejor.
Por supuesto. El humor es una vía de acceso más rápida a cualquier cosa. Nos ayuda a comprender y disfrutar. La comedia de Lope combina no solo la diversión, la risa y la ironía, sino también el conocimiento del alma humana. En sus conflictos esto va a la par. De una situación dramática terrible, como público lo estamos pasando muy bien. Y eso creo que es la clave de la comedia.

¿Conocías la historia real de Marta de Nevares y Santoyo? Que si tengo bien entendido, Lope se basa en ella para ésta Marcia Leonarda a las que das vida.
Bueno, yo me formé en el teatro clásico y siempre he sido una enamorada de Lope de Vega. Una de las cosas que me parece alucinante es que ese amor que sintió por Marta de Nevares lo sigamos celebrando. Un amor inevitable, no solo romántico sino también profesional para los dos. Habla de ella con un sentido de admiración a su belleza y su espíritu que es increíble. Es verdad que la obra ya venía de antes, de Italia, y es un arquetipo que le vale a Lope para esta historia, que tiene mucha pasión.

En qué momento exacto de tu vida te llega este personaje y cómo lo construyes.
(Ríe) Yo ahora no estoy viviendo una viudedad, pero si una separación de hace muchos años. La comprendí muy bien en ese estado inicial de Leonarda, de no querer una pareja, de vivir su luto, alimentar su espíritu y encontrarse a sí misma. ¡Eso la entiendo perfectamente! Es fantástico poder desarrollarlo, gracias por supuesto al director Borja Rodríguez, que ya habíamos trabajado juntos antes. Me ha ayudado muchísimo a transitar esa construcción de una mujer que se siente libre, y además en verso, que como la palabra es el templo de todo.

Me hablas de libertad. ¿Te sientes libre?
(Reflexiona) Lo intento (sonríe). La libertad es mi bandera, y de hecho no podría ser actriz en este país si no fuera así. El tomar las decisiones, sin embargo, me gusta consensuarlas. Me gusta el trabajo en equipo. Me parece alucinante que colaborando lleguemos a ese punto de unión. Y por ejemplo, en esta obra, que siete personas en escena contemos una misma historia, todos a una, es fascinante.

Me comentabas que ya habías trabajado con textos Lope de Vega. Aun así: ¿sientes más responsabilidad ante los clásicos que con otras obras?
La responsabilidad es la misma, pero la dificultad se puede decir que es mayor. El trabajar en verso supone enfrentarte a un lenguaje que no es cotidiano. En otro trabajo, eso ya lo tienes hecho, mientras que en el verso hay que encontrar la verdad de lo cotidiano y el alma del ser humano. El trabajo tiene que ser una constante muy rigurosa para encontrar ese punto en el verso. Que sea verdad y trasmitirla, en definitiva.

«Necesitamos sentirnos familia, tribu, para afrontar lo que nos venga. El teatro es una de las mejores medicinas preventivas»

Una vez acabas, cuánto te cuesta quitarte el traje, en este caso, de Maria Leonarda.
Me cuesta unas horas (ríe). ¡Es tal la energía y el subidón de adrenalina! Transitamos muchas emociones y este personaje tiene muchos colores. La apertura de corazón y cuerpo es total. Yo te confieso que cuando llego a casa me tengo que poner a bailar para bajar un poco la energía.

Esa energía, ¿solo te la da el teatro?
El teatro lo facilita porque hay una continuidad. Lo que llamamos el arco: empiezas de una manera y acabas de otra. Pero ese chute también lo he encontrado en el cine, en una situación muy desbocada energéticamente. Lo que pasa es que es más puntual. En el teatro empiezas y ya ¡pam! Hacia delante. El teatro tiene ese pulso revolucionario vital, no solo para el intérprete, sino cuando se da esa magia con el público.

Sobre el público, ¿cómo estáis notando esta situación?
Tengo que decir que no he dejado de trabajar en toda la pandemia. Lo que he observado y sentido es que el público se ha mantenido, dentro del aforo riguroso. Pero con mucha más pasión. Es como si hubiera unas ganas de volver a sentir que nos cuenten historias, nos emocionen, y luego la magia del directo. Esa sensación se ha multiplicado por mucho.

Sin frivolizar, el arte es la mejor vacuna.
Totalmente. Te cuento una cosa de un estudio que leí hace poco, en Inglaterra, donde han corroborado monitorizando los corazones, que el público se sincroniza en determinados momentos de la obra, y todos sienten lo mismo. Necesitamos sentirnos familia, tribu, para afrontar lo que nos venga. El teatro es una de las mejores medicinas preventivas.