Esta semana leía en ABC: “Madrid tiene ya casi 64.000 mascotas más que niños menores de diez años”. Según el artículo, “la tenencia de perros y gatos se ha disparado más de un 25% en el último lustro en la capital, mientras que los nacimientos cayeron casi un 10%”.

No tengo nada en contra de las mascotas. Es más, yo tengo dos gatos en mi casa y son puro amor; pero esta tendencia nos augura un futuro bastante calamitoso. Una sociedad, cuya base de la pirámide se sustenta en animales domesticados y obedientes a sus dueños, en vez de en niños revoltosos y desafiantes, está destinada a fracasar.

Puestos a elucubrar: ¿será así cómo nos quiere el sistema. Como mascotas leales al amo? Parece ser que sí. Y luego está el futuro de los servicios públicos, que se sostienen con nuestros impuestos. O las mascotas empiezan a cotizar, o ya nos podemos despedir de las pensiones, sanidad, educación…