Hoy me toca llamar a mi. Y al otro lado del teléfono una voz inconfundible: la de Leonor Watling. La misma que este viernes, 7 de julio San Fermín, atronará en el Cultura Inquieta. Pero no viene sola. Lo hace junto a Alejandro y el resto de Marlango.

Han pasado cuatro años desde que nos encontramos, también, en el Cultura Inquieta, un Festival que le viene como anillo al dedo. O mejor: como el piano de Alejandro a su voz. Pero en esta ocasión Marlango vuiene cañero. Viene a hacer vibrar y así empieza nuestra conversación. Tuteándonos, por supuesto.

Cuatro años después volvéis al Cultura Inquieta ¿Qué supone el regreso en este punto exacto de vuestras carreras?

Una fiesta. Para nosotros es una fiesta tocar en el Cultura Inquieta. Es un Festival que nos encanta. Desde la organización, cada persona que trabaja allí, el público… Es todo a favor.

¿Cuatro años no es mucho tiempo? ¿Por qué tanto?

Pues la verdad es que no tengo ni idea. Nosotros vamos a tocar donde nos dejen (ríe). Cuánto más mejor y siempre tenemos el sí en la boca. Pero, por ejemplo, el verano pasado empezamos una gira con Delicatessen, que es piano y voz. Empezó con cuatro-cinco bolos, no pensábamos hacer más y llevamos un año girando y está siendo una experiencia alucinante. Claro, esta propuesta no era la más apropiada para el Cultura Inquieta (ríe).

Entonces vamos a ver a ese Marlango más eléctrico.

Vamos a ir con todos los músicos, superfelices de tocar todos juntos. Estamos todos en ese punto en el que cada concierto es una fiesta. Cuando en el escenario hay tantísima alegría de tocar todos juntos y tanta libertad, al final es eso: pura alegría.

marlango

¿Con qué versión de ambos conectas más?

Yo creo que lo que nos gusta es el contraste. Nos alimentamos mucho de eso. Nos gustan esos dos extremos tan marcados. A veces no vienen bien porque para el mercado es más fácil ser de una manera concreta (ríe) y lo entiendo. Pero nosotros no nos hemos casado nunca con nadie: ni con un estilo, ni con una formación. Eso es parte de lo que somos. Disfrutamos y nos metemos mucho en lo que estamos haciendo. Y cuando vamos piano y voz, no echamos de menos a la banda; y cuando tocamos con la banda, no te imaginas que esas canciones suenen piano y voz.

Dice la promo del concierto: “Cuando Leonor Watling sube al escenario el tiempo se para”. ¿Percibes eso en algún momento?

Ay que bonito (ríe). Para mi los conciertos, y creo que para casi todos los músicos, son el presente perfecto. En un escenario no hay ni pasado ni futuro. Esa experiencia que buscan los Lamas en las montañas del Tibet (sonríe) y que busca todo el mundo, la tienes cuando subes al escenario rodeado de música. Es el presente más brutal.

Desde vuestra primera actuación hasta hoy: ¿hacia donde evoluciona Marlango?

(Suspira) ¡Qué pregunta tan difícil! Hay que poder alejarse y mirar desde fuera y creo que no tengo todavía esa capacidad. Las canciones son muy nuevas. Estamos terminando de componer y no sabría decirte, la verdad. Me parece que somos los que somos porque hacemos música por necesidad. Es raro tener una pareja creativa tan longeva y estar todavía con cosas que decirte. Vas aprendiendo e incorporando todo lo que aprendes y quitándote cosas que no son tuyas. Pero como en la vida. Uno va probando en la vida. Cuando tienes 20 años y de repente ves fotos y dices : ¿por qué me vestía así? (ríe) Pues porque vas probando y de repente dices no, lo he probado y no me gusta. Y yo creo que nos vamos quitando capas porque las hemos probado y nos gustan, pero no son realmente nuestras.

marlango Foto Jesus CornejoY pasan los años y seguís ahí.

Es raro sí, porque es un mundo difícil. Pero creo que es porque los dos tenemos muy claro el por qué hacemos esto. Nos damos mucha libertad también. Aunque cada uno haga fuera proyectos independientes, tenemos muy claro que hay algo que cuando nos juntamos nos hace bien. Es el sitio donde siempre vuelves a contar las cosas buenas que te han pasado, a llorar las cosas malas, a escaparte de lo que no te gusta y siempre volvemos. De repente nos pasamos un año sin escribir y yo vuelvo con el cuaderno y Alejandro con el piano y vuelve a surgir todo. El día que no pase eso dejaremos de escribir canciones, pero sigue pasando.

Igual que vuestros seguidores han notado que os vais quitando capas, como me decías, el público también ha cambiado. Ahora la gente se preocupa más de captar una imagen con su teléfono y subirla a redes sociales que vivir ese momento en el concierto. ¿Lo notas?

Sí ha cambiado, sí. Hay como una ansiedad de guardar lo que está pasando, que curiosamente es como el enemigo de lo que te está pasando y depende también mucho de tu relación con el público. También del espacio. Cuando vamos piano y voz es complicado porque estamos viendo al público, es un diálogo y no da para sacar el teléfono. Si estás en un espacio más abierto, no puedes controlar tanto como reacciona el público. Estás dando y esperando que lo reciban como lo necesitan. Pero creo que eso pasa con todo, no solo con la música. Tenemos que aprender a gestionar esto. Van entrando cosas nuevas que al principio nos superan y luego aprendemos a gestionarlas.

Pero te lo pregunto a ti misma. Personalmente, como Leonor. Si por ti fuera, como en el teatro: “Apaguen sus móviles que el concierto va a empezar”.

(Reflexiona) No, yo creo que cada uno tiene que hacer lo que necesite hacer. Si de repente una canción te está emocionando demasiado y sacas el móvil es porque que lo necesitas y no estás preparado para que te toque tanto. Porque si estás entregado al concierto ni coges el móvil. Pero a lo mejor estás en ese momento que dices: “mierda, no hice un video” (ríe). Yo lo sé por mi. Fui a ver a Paul Simon y cuando empezaba y estaba todavía desconectada hice un video y se lo pasé a la banda, pero cuando empezó a tocar canciones que a mi me llegan, no te da tiempo, se te cae el móvil al suelo (ríe).

Voy a ir acabando. De la Leonor música a la Leonor actriz, ¿qué cambia?

Hombre, en esencia soy la misma. Ya quisiera yo que fuera distinto. Sería genial poder cambiar totalmente (ríe). Pero sí hay un cambio en otras cosas. En un rodaje eres parte de un equipo y te abandonas a la directora o el director. Estás metido como en un batallón; eres un soldado más y es lo bonito que tiene. Estás con cincuenta compañeros corriendo a conquistar una colina que ha señalado la directora o el director en el mapa y vas a muerte. No sabes qué hay en esa colina; ni se te había pasado por la cabeza. Y en la música no. En la música somos un comando; somos pocos y decidimos nosotros donde vamos, cuándo y el cómo también. Es muy distinta esa energía.

Y para a medio-largo plazo, ¿seguimos igual o pedimos algún cambio?

Más de lo mismo. Tengo tanta suerte de poder dedicarme a las cosas que me gustan tanto. Es tan complicado que te vaya bien, que si me pongo a pedir por pedir pediría más de lo mismo (ríe). Es que es una suerte enorme.

LEONOR DE CERCA

  • Signo del zodiaco: Leo

  • Última película vista: Gru 3

  • Último libro leído: Homo Deus: Breve historia del mañana, Yuval Noah Harari

  • Lugar para perderse: El Ampurdán