Ya dijimos que de ésta salimos más débiles, menos unidos y con las instituciones degradadas. Prácticamente por los suelos. Lo mejor, advertimos, era asumirlo cuanto antes, pues lo peor de esta pandemia no ha pasado. Es más, está por llegar.

Queda claro que hay que convivir con un virus, que ha arrebatado la vida a miles de personas en el mundo, y que especialmente se ha cebado con España. Lo de la culpa -esperemos- quedará en manos de los tribunales. Sólo éstos y la historia juzgarán a los gestores de esta crisis sanitaria, pues lo que es la sociedad actual… Poco se puede esperar.

Así de terrible suena y así de terrible es. Hemos salido a la calle, sin ningún tipo de plan, a reactivar la economía. Porque no queda otra. Porque de la salud nos vamos a la economía. Y lo que viene, solo con un vistazo, causa pavor.

Miles de españoles aún sin cobrar los ERTE, y los que lo han cobrado, el año que viene -si es que queda algo- se toparán con el mazo de Hacienda. Otro sablazo más a unos bolsillos deshilachados desde hace años. La actividad turística e industrial, bajo mínimos. Un Gobierno que dice que derogará la reforma laboral y al día siguiente, papel mojado. O El INE confirmando el desplome histórico del PIB, que cayó un 5,2% hasta marzo. ¡Marzo! Donde solo se contemplan quince días del Estado de Alarma. No hace falta ser muy ducho para ver que lo de abril, mayo y junio será la hecatombe.

Ya decía el sabio que la muerte y los impuestos son las dos únicas cosas completamente ciertas en la vida. Hoy y dentro de unos meses, veremos cuán cierta es esta locución, y como a lo primero le sigue a lo segundo, y viceversa

Y aún así, con el virus aún latente, galopa entre la ciudadanía y sus dirigentes una sensación de triunfalismo, solo por el hecho de la reactivación callejera, que es puro engaño. Nos encontramos en esa suerte de ojo del huracán, donde vemos el sol, “disfrutamos” incluso de cielos despejados y temperaturas al alza, gracias a un verano que mitiga todo lo que se cierne sobre nosotros.

Insistimos, sin ánimo de ser agoreros, ni negativos, solo para dar cuenta de que no es oro todo lo que reluce, que estamos en el centro de la tempestad. Cierto que algún día la tormenta pasará, pero falta mucho. Ahora mismo está en su punto álgido, aunque en un momento de impasse. A nuestro alrededor se cierne una crisis brutal que, con los datos anteriores, ya debería estremecernos. Toca resistir, una vez más.

Ahí también están los rebrotes y la cada vez más extendida percepción -errónea- de que el virus ha perdido fuerza, cuando sigue siendo igual de letal y contagioso. Y a la vuelta de la esquina, en otoño, el huracán va a cerrar de nuevo su ojo para tratar de aplastarnos definitivamente. Por lo que por el momento, la responsabilidad, viendo que las altas esferas de este país carecen de ella, reside en nosotros mismos. En el individuo. De ahí la importancia de seguir con el distanciamiento social, de usar la mascarilla y mantener una correcta higiene. Ese es ahora mismo el único plan viable, dado que a nivel nacional carecemos de ninguno. Insistimos: ni sanitario, ni económico.

En cuanto al primero, un ejemplo son los controles aeroportuarios. Un “broma de mal gusto”, como recientemente decían los sindicatos policiales. En Barajas, principal entrada al país, ni rastro de PCR. Ni siquiera la intención de controlar casos importados, actualmente los causantes de los rebrotes. Y como tantas otras cosas, lo hemos asumido sin rechistar.

Y en cuanto al segundo, la economía, esperando la baza de una Europa, que traerá dinero en una mano y tijeras en la otra, pues veinticuatro ministerios y duplicidades varias no hay economía de pandemia que lo soporte. Aunque nuestro Gobierno ya amenace, de forma velada y mensajes rimbombantes, con agujerearnos el bolsillo vía impuestos, no le va a quedar otra que aflojar gasto y cargos públicos, pues no se puede sangrar siempre a los mismos e irse de rositas.

Así que no, lo peor no ha pasado; va a llegar. Ya decía el sabio que la muerte y los impuestos son las dos únicas cosas completamente ciertas en la vida. Hoy y dentro de unos meses, veremos cuán cierta es esta locución, y como a lo primero le sigue a lo segundo, y viceversa.