El incendio forestal que está asolando las localidades de Cadalso de los Vidrios y Cenicientos se ha convertido ya en el mayor con diferencia de la Comunidad de Madrid en lo que llevamos de siglo en cuanto al número de hectáreas quemadas se refiere. Más de 2.500 solo en nuestra región, que unidas a las 800 de Castilla La Mancha hablan de la devastación que las llamas han dejado a su paso.

De no ser por la encomiable labor de los bomberos, retenes y diversos efectivos de emergencia la envergadura de esta catástrofe sería más brutal aún. Y eso que también el Gobierno provisional de la Comunidad de Madrid ha sabido responder y manejar la situación dentro del caos generado. Pero como siempre ocurre con los incendios de verano, donde las altas temperaturas y el aire son el principal aliado de las llamas, los fuegos hay que empezarlos a apagar en invierno. Con prevención, sobre todo, y manteniendo cuidados y protegidos los espacios naturales que nos rodean. Pocos y maltratados.

Y esta labor de conservación nos corresponde a toda la sociedad. Empezando desde abajo, desde el ciudadano de a pie que debe entender que los fines de semana visita un espacio verde único. Un regalo de la naturaleza. Y no un vertedero en el que puede hacer lo que se le antoje.

Después les corresponde a las autoridades mantener en óptimas condiciones estos terrenos. Si la primera premisa, la del contribuyente limpio, falla, ahí está el poder político para ponerle solución. Ya sea por vía administrativa o ambiental. Endurecer multas y sanciones a quienes tengan actitudes reprochables con el entorno natural es un buen camino a seguir.

Pero como decíamos, los incendios se apagan en invierno, lo que significa que la prevención es básica. Cortafuegos, más materiales para los héroes de emergencias, mayor control de explotaciones agrícolas o permitir a los rebaños que pasten por estas zonas y dejen aquello como una patena, también son caminos a seguir por la administración. Sobre todo en un año como este, tan seco.

De modo que hay que machacar y machacar con la prevención. Desgraciadamente el incendio de Cadalso nos graba a fuego lo esencial de prevenir ante estas situaciones. Lo que nos lleva a hacer una analogía con lo que está sucediendo en Pinto. Con el vertedero, por un lado, y lo lodos, por otro.

Meses e incluso años se lleva avisando del riesgo que supone para la salud humana, la flora y la fauna del lugar tanto el vertedero como los lodos. No se trata de ser pájaro de mal agüero sino de poner el foco -otra vez- en la prevención y en que la situación en ambos asuntos es límite. Llama la atención más aún cuando, próximo al vertedero, se encuentra una zona natural como el Parque Regional del Sureste, de un valor ecológico incalculable. Un pulmón que está en peligro.

La alerta está ahí y los días pasan y pesan como losas mientras la situación se encona y colapsa. Parece que hasta que no haya una desgracia, como la que lamentablemente estamos viendo estos días en Cadalso, nadie va a hacer nada. Nuestras zonas verdes se queman y mueren mientras solo se habla de pactos. Y una sociedad que permite eso tiene un serio problema.