Reyes Maroto posa con la amenaza recibida (Foto: EFE)

“Las primeras tres emociones que tenemos y con las que se puede jugar en una campaña electoral son: el miedo, el rechazo y la esperanza”, decía Iván Redondo, gurú del presidente Pedro Sánchez. Junto al director de ElDiario.es, Ignacio Escolar, Redondo remataba su frase con: “Son las emociones, estúpido”.

Y a eso ha ido esta recta final de la campaña electoral del 4 de mayo en la Comunidad de Madrid. Directamente a las tripas del votante, a sus emociones. Pero no las que despiertan valores como el respeto o la tolerancia, sino las que recurren a lo visceral, fuera de toda lógica cabal. Una estrategia arriesgada esa de generar miedo, rechazo y confusión, pues provoca desquiciamiento al que la usa. Tanto que te acaba arrastrando, hasta cometer torpezas supinas como las que estamos viendo en los últimos días.

Empezando por el pasado jueves, cuando se filtra a la opinión pública que Marlaska, Iglesias y la directora de la Guardia Civil, María Gámez, han recibido cartas con balas en una evidente amenaza que ha pasado los filtros de Correos. El órdago está lanzado y solo falta buscar un culpable: el discurso de VOX. Pese a que éstos dicen que condenan la violencia y recuerdan su sufrimiento en Vallecas, el sainete está montado.

Hasta que de repente los sindicatos de Correos ponen el grito en el cielo y piden depurar responsabilidades; que se investigue cómo, en nivel 4 de alerta antiterrorista, con todas las precauciones habidas y por haber, esas cartas han llegado a su destino.

Los sobres están bajo investigación. Que se haga justicia hasta que se abra el cielo y se sepa toda la verdad. Mientras, la campaña sigue su curso. Enfangada, eso sí. Los sondeos no notan apenas el efecto de todo esto y vuelve a salir el fantasma de la ultraderecha y el fascismo.

La precipitación de estas encuestas lleva al PSOE, cohorte de asesores mediante, a celebrar un mitin en el pabellón Juan de la Cierva de Getafe, ubicado en la zona básica de Las Maragritas, con restricciones de movilidad desde el 5 de abril.

La infografía del propio Ayuntamiento no deja lugar a dudas, pero la alcaldesa, Sara Hernández, se contradice a sí misma y apunta que no, que el pabellón no está restringido. El mitin, con Pedro Sánchez, Marlaska y Gabilondo a la cabeza, se celebra y los vecinos montan en cólera. Un mes sin poder entrar y salir de Las Margaritas, pero “ellos están por encima del bien y el mal”. Ese es el sentir general.

Y en estas que llega otra amenaza, con carta y navaja incluida, a la ministra de Industria, Reyes Maroto. De nuevo precipitación, pues aunque el sobre tiene remitente -un vecino de El Escorial con problemas de salud mental, que “nos” preocupada según a quién afecte- Adriana Lastra, otra gurú socialista, se desata con un ‘No pasarán’ y el rictus marcado por el odio. Apretando los dientes se deja absorber por la vorágine de las emociones.

La propia Maroto posa con el sobre, sonriente y de nuevo aprovecha para tratar de unirlo a VOX. El objetivo es claro: dejar al PP sin margen de pacto. El PSOE, sí, capaz de llegar a acuerdos con Bildu y golpistas catalanes. De eso va la democracia, de pactar. Pero los pactos valen para todos, no son un cortijo privado.

Esta aceleración lleva a la imprudencia de airear amenazas para uso partidista. La propia Policía alerta de un efecto llamada cuyas consecuencias son incalculables. Nos han hurtado el debate de las propuestas, por esas emociones de las que hablaba Iván Redondo, el titiritero de Sánchez. Los madrileños no podemos bailar a ese son, con la crisis que nos asola. Y no, amigos socialistas, no todo vale por un puñado de votos.