Año 2008. A Gabilondo -el otro, Iñaki- el micro le juega una mala pasada en su entrevista a José Luis Rodríguez Zapatero, que le confiesa eso de: “Nos conviene que haya tensión”.

Y del ego de Zapatero al de Pablo Iglesias, que en julio de 2020 hablaba de “normalizar el insulto”, en rueda de prensa tras el Consejo de Ministros. Nada menos que en la sala de representación del Gobierno de todos los españoles.

De la tensión al insulto. Tirar la piedra y esconder la mano. Verdugo y víctima. Estoy cansado de esa estrategia egoica. De pasar de celebrar las patadas a policías, asaltar los cielos o apelar a los recortes con guillotina, a esa falsa humildad de “víctima del fascismo”, una entelequia con la que tapar las vergüenzas de año y medio de gestión ruinosa.

No quiero esa dualidad de político deshonesto, movido por el odio. Agradezco a Iglesias, Gabilondo y cía que me hayan enseñado a lo que conduce dar el poder al ego. Pero a partir del 4 de mayo, y tras las gracias, les digo que: hasta siempre.