En la muñeca, en el codo, bajo la nariz… Incluso en la cabeza. En cualquier zona del cuerpo, menos en la nariz y boca, que es el sitio donde va colocada la mascarilla. Así veo últimamente a más gente de la que me gustaría por la calle. Incluso en espacios cerrados. Unas mascarillas que, junto al lavado de manos constante y la distancia interpersonal de dos metros, son el único recurso efectivo ahora contra el coronavirus.

Si es lo único que evita la propagación de contagios, ahora que volvemos a movernos en libertad y ser autónomos: ¿a qué juega usted, que no hace las tres únicas cosas más simples del mundo para evitar más sufrimiento? ¿Quiere otro confinamiento? ¿Es usted bobo? ¿Acaso no se ha dado cuenta, que han muerto miles de compatriotas suyos, que hay una pandemia mundial y que nuestros sanitarios están exhaustos. Que no pueden aguantar otra oleada igual de criminal que la de marzo? ¿Le parece gracioso llevar la mascarilla de sombrero? ¿Le causan hilaridad los rebrotes?

Ahora la responsabilidad individual es vital. Al Gobierno se le puede mirar para exigirle otras cosas. A éste, por ejemplo, se le puede (y debe) imputar la responsabilidad de controlar mejor las fronteras. De evitar casos importados. De hacer test masivos a quien viene de fuera, en aeropuertos o puertos marítimos y terrestres. E impedir, como ha hecho Australia, que vengan en masa inmigrantes ilegales y descontrolados.

Dejen las etiquetas para otro día, nos va la vida en derrotar al asesino silencioso. Hay que invertir dinero ¡ya! en testar a la gente. Venga de donde venga. Y si no hay ‘cash’, eliminen gastos superfluos de ministerios inútiles (todos sabemos cuáles son). Pero, señores del Gobierno, cumplan su cometido, que para eso están. Y lo mismo la Comunidad de Madrid, por lo que nos toca: ¿a qué esperan para abrir los centros de salud y reforzar la Atención Primaria?

Esto, y seguro que mucho más, se lo debemos exigir a nuestros gobernantes. Pero la población, es decir, nosotros, solo tenemos esas tres obligaciones: mascarilla, higiene y distancia. No es tan difícil. Ya hemos visto lo que sucede. No viene de nuevas. Y si su idiocia le impide cumplir con sus obligaciones, si hace calor y le molesta la mascarilla, quédese en su casa. Piense que hay miles de españoles, muertos por el coronavirus, que les gustaría estar en su lugar. Insisto, basta de bromas.

Si no es capaz de gestionar su libertad, no ponga en peligro el esfuerzo y sacrificio de todos estos meses encerrados. De todos estos meses con sanitarios, emergencias y tanta gente que se ha dejado la vida contra el coronavirus. Es lo mínimo que les debemos. Solo tres cosas básicas: mascarilla, higiene y distancia.

La Covid-19 no ha sido derrotada. Ni mucho menos. Ha demostrado que le da igual el frío y el calor. Sigue ahí, esperando la relajación, acechando en sigilo. Vale, son minoría estos que les da igual más allá de su ombligo, pero un solo inconsciente y egoísta puede echar por tierra el sufrimiento de tantos. Así que por favor, se lo imploro: póngase la mascarilla, joder.