Decía el ensayista estadounidense, Hubbard, que “un fracasado es aquel que ha cometido un error, pero que no es capaz de convertirlo en experiencia”. En la política municipal que nos atañe, el fracaso está a la orden del día, consecuencia de la mala política fácil de suspender y prohibir por puro oportunismo.

Es lo que sucede estos días en Getafe, Alcorcón, Moraleja de Enmedio y, sorprendentemente, Arroyomolinos. Las cuatro administraciones han decidido, de golpe y porrazo, prohibir en espacio municipales la práctica del deporte y las actividades culturales, bajo el pretexto de que se han disparado los casos de coronavirus.

La medida entró en vigor durante al menos 15 días, este 1 de febrero, paradójicamente el mismo día en el que el Ministerio de Sanidad notificaba 14.000 contagios menos que el pasado fin de semana, penúltimo de enero; y tres días después de que el viceconsejero de Salud, Antonio Zapatero, pronosticara una cambio de tendencia (afortunadamente) en esta tercera ola, ya confirmado.

El coronavirus sigue estando ahí. Toda precaución es poca. Pero la vida no puede parar. Esto no es marzo de 2020. A la que llaman primera ola fue un tsunami de proporciones bíblicas, pero ha pasado ya un año y las condiciones no son las mismas. Ahora, por lo general, hay más conciencia y la experiencia de Madrid, de compatibilizar salud y vida social, pone de manifiesto que se puede controlar la enfermedad sin estirpar el órgano.
Sin embargo, estos cuatro ayuntamientos actúan más de matarifes que de médicos. Cortan por lo sano y se cargan de un plumazo actividades que enriquecen el alma de los vecinos. Por un lado, el deporte, aconsejable su práctica por parte de todas las autoridades sanitarias para fortalecer el sistema inmunitario. Y por otro, la cultura, esa que “se crea en los pueblos y se destruye en las ciudades”, como decía Miguel Delibes.

“El arte y la cultura aumentan la armonía, la tolerancia y la comprensión entre las personas”, sostiene Matilde Asensi, pero en Getafe, Alcorcón y Moraleja, sus alcaldesas no piensan igual. Están empeñadas en aplicar la misma receta que nos ha conducido a la mayor catástrofe de la historia reciente. No tienen Plan B, ni alternativa. Y en vez de dimitir, siguen en sus trece, a costa de los vecinos.

Cerrar a cal y canto espacios deportivos y culturales implica menos quebraderos de cabeza para los administradores municipales. Y de paso, viendo que la tendencia de esta tercera ola empieza a cambiar, apuntarse un tanto de aquí a unos días. Acuérdense de este párrafo cuando escuchen a las alcaldesas decir que “gracias a que tomamos estas medidas, se doblega la curva”, con un capón mediante a la Comunidad de Madrid, la ‘culpable de todos los males’.

El camino fácil solo es una muestra más de la mediocridad política que impera en nuestro tiempo. Pero ya decimos, sorprende mucho más que en Arroyomolinos, gobernada por el PP y Ciudadanos, se unan a esta fracasada estrategia en vez de al camino marcado por la Comunidad de Madrid. Mientras la presidenta Isabel Díaz Ayuso sigue dando aire contra viento y marea a estos sectores, incluso ya estudia subir una hora más el toque de queda, Ana Millán da marcha atrás escudada en que así bajarán los contagios.

Pensemos un instante. Arroyomolinos es el municipio más joven de más de 30.000 habitantes en España. La incidencia acumulada es mayor entre los jóvenes de 15 a 24 años. En Arroyomolinos priman las viviendas unifamiliares y espacios verdes amplísimos para escaparse de la vigilancia policial y montar un botellón sin dificultad. ¿De verdad que el problema es el Deporte y la Cultura? Rectificar es de sabios, alcaldesa, y su espejo debe ser la presidenta Ayuso, no Sara Hernández, ni Natalia de Andrés. Todavía está a tiempo.