“Cuando una mujer denuncia una agresión sexual en comisaría se le pregunta si iba vestida con una minifalda”. No me olvido aún de estas declaraciones, allá por el mes de febrero, de la inefable ministra de Igualdad, Irene Montero, poniendo en duda el trabajo policial. Una labor fundamental para evitar que violadores y otras alimañas humanas, campen a sus anchas por nuestras calles.

Pero mucho más atronador es ahora su silencio, cuando su compañero de partido, Pablo Echenique, que rezuma odio por los cuatro costados, decía este fin de semana: “sólo hizo falta un poco de ketchup para que se tragaran un bulo”, en relación a la agresión que ha sufrido en Sestao, la diputada de VOX, Rocío de Meer, en un acto de campaña por las elecciones vascas.

El portavoz de uno de los partidos en el Gobierno de España, justificando la violencia. Es más, casi jactándose de ella. «Cuando una mujer denuncia una agresión, en Unidas Podemos, preguntan si era ketchup». Tal cual. A esto se reduce el partido antes conocido como anticasta.

Otros parásitos de lo público, que gustan de dar lecciones sobre el pueblo y los obreros sin haber dado un palo al agua en su vida, como Rubén Sánchez, de FACUA, cuestionaban también la agresión. Y cuando De Meer publicaba el parte médico, certificando las lesiones, que si éste era falso.

Ni la imagen, ni el parte han bastado. Una mujer, ejerciendo su libertad de concentración y creencia, agredida a pedradas por energúmenos cachorros de ETA. Y encima, ninguneada así por estos sujetos. ¿Pero dónde están las feministas, cuando a una mujer le acosan físicamente de esa manera?

No conozco de nada a Rocío, ni me une nada a su movimiento o pensamiento. Pero desde aquí te digo, que yo sí te creo.