«Nunca segundas partes fueron buenas. Es la sentencia que el bachiller Sansón Carrasco lanza al bueno de Sancho Panza en El Quijote. De sobra conocida es la trifulca que la novela universal de Cervantes vivió por esa especie de continuación que pasó a la posteridad como El Quijote de Avellaneda.

La locución, además del ámbito literario, se suele usar muy a menudo relacionada con el cine. Y más hoy que vivimos esa especie de boom de sagas, continuaciones, precuelas, secuelas o, pero aún, remakes. En la cinematografía, normalmente, esas continuaciones que decimos sirven para recaudar dinero aprovechando el éxito de una primera parte. Tarde o temprano, esa especie de universo, acaba agotándose. Por ser tedioso, no ofrecer nada nuevo e incluso perjudicar al producto primigenio. Tiburón, de Steven Spielberg; Jurassic Park, también del Rey Midas; o Matrix, son ejemplos de que con una bastaba y sobraba.

La alcaldesa tiene por delante cuatro años más para, a partir del 15 de junio, mejorar con esta segunda parte el bochorno iniciado en 2015

Claro que la sentencia del bachiller Sansón Carrasco, en el séptimo arte, tiene sus excepciones. Sin duda El Padrino 2º Parte es una magnífica continuación de la Primera Parte. Y qué decir de Mad Max. Hasta su remake del siglo XXI es una maravilla cinematográfica. Y recientemente, la saga John Wick, que con cada entrega se va superando.

Seguro que a usted, lector, le vienen ejemplos a la cabeza de uno y otro lado. Incluso habrá utilizado en más de una ocasión, en su día a día, la dichosa expresión de: “Nunca segundas partes fueron buenas”. Y esa cotidianidad también se traslada al mundo de la política. No necesariamente que un cargo se vaya y al tiempo vuelva. Sino que continúe con un proyecto que, desde el principio, se vio que no apuntaba maneras.

De ello dependerá que esta legislatura, que arranca el 15 de junio, sea recordada como un Padrino 2º Parte o, por el contrario, sea una continuación chabacana de ese Matrix que ha supuesto el intervalo entre el 2015 y el 2019

La alcaldesa en funciones, Sara Hernández, se enfrenta a ese mito que en el mundo del arte ya han encarado otros. En 2015, sin ganar las elecciones, se hizo con el bastón de mando de la ciudad y en cuatro años los contras de su gestión han sido más abultados que los pros. En cambio, la mayoría de la ciudadanía no lo ha visto así. Quién sabe si por el tirón de las siglas del PSOE a nivel nacional o por incomparecencia de los rivales. El caso es que Sara Hernández, de cara al 15 de junio -día de la investidura- se postula nuevamente como la alcaldesa de Getafe. Una especie de segunda parte de la legislatura ya finiquitada.

Va a tener por delante cuatro años en los que, ya decimos, acabar con ese mito quijotesco. Y tiene mucho trabajo pendiente. No le va a bastar con ese apretón del vago que recientemente había evidenciado antes de la cita con las urnas. Sino que la alcaldesa, con más respaldo que en 2015 y el apoyo nacional y regional del socialismo, que navega con viento de cola, tendrá que trabajar de verdad, abandonar ese marketing que tanto le gusta y pasar a la arena de los hechos. De ello dependerá que esta legislatura, que arranca el 15 de junio, sea recordada como un Padrino 2º Parte o, por el contrario, sea una continuación chabacana de ese Matrix que ha supuesto el intervalo entre el 2015 y el 2019.