Teresa Font en una foto de Mambrú, El Hombre Ola

Dice George Lucas, el padre de La Guerra de las Galaxias, que “el secreto de las películas es que son una ilusión”. Y esa magia que crea el cine, como dice Lucas, sin duda es posible gracias al trabajo de montaje. Una labor en la que las imágenes escritas por el guionista y filmadas por el director cobran significado. La superposición de determinadas escenas y planos dan a la película el sentido y el fin por el que fue concebida, solucionando el conflicto del que hablaba Serguéi Eisenstein.

Vamos, que sin montaje no hay película. Y sin película, pues no hay cine. He ahí el valor incalculable de esta disciplina de cortar, pegar y jugar con el espacio y el tiempo. Y si de montaje toca hablar para entender un poquito de este maravilloso mundo del séptimo arte y la técnica, que mejor que hacerlo con una de las mejores en su profesión: Teresa Font (Gallifa, en la comarca del Vallés Occidental; Barcelona, 1958).

“Se escribe un guión, se dirige y se actúa imaginando una película. Pero la ésta no existe, no tiene su forma definitiva, hasta que ha pasado por la sala de montaje”

Días contados -por la que ganó el Goya-, El día de la bestia, Juana La Loca, Jamón, jamón, o la recientemente estrenada obra de Pedro Almodóvar: Dolor y gloria, son algunas de las más de 70 películas que han pasado por la sala de montaje de una mujer clave en la historia reciente del cine español.

Ahora toda esa trayectoria va a ser reconocida en el Festival de Cine por Mujeres que se celebra del 25 al 31 de marzo. Cuatro décadas dedicadas al menestral arte del montaje que ha compartido con nosotros antes de recibir el premio, pues la encontramos en Bruselas mientras trabaja en la próxima película de Gerardo Herrero.

¿En qué momento de su vida profesional y personal llega este reconocimiento del Festival de Cine por Mujeres?
En un momento muy interesante, de plenitud absoluta. Para mi el cine y el montaje han sido como encontrar mi lugar en el mundo, porque poder hacer lo que te gusta es fundamental en la vida. Llevo en esto muchísimos años y te reconozco que hubo un momento, hace más de dos años coincidiendo con la crisis, que estaba sin trabajo y me asusté mucho. Porque yo donde me siento a gusto y plena es montando. Pero por suerte ahora he vuelto a trabajar y ese miedo ha pasado. Así hice El hombre que mató a Don Quijote, de Terry Gilliam por ejemplo, o ahora Dolor y gloria, con Pedro Almodóvar.

“Ahora en Hollywood se valora mucho la mente de un montador habituado a mirar y seleccionar los mejores planos e interpretaciones

Hablando de Almodóvar. Recoge el testigo de José Salcedo que montó todas las películas del director manchego desde 1980 hasta su muerte hace un año. Una prueba de las grandes.
A Pedro le vi en el homenaje que la Academia le hizo a Pepe Salcedo, su montador de siempre. Recuerdo que una de las cosas que lamentó es “cómo voy a hacer cine a partir de ahora”. Así que todos pensamos: ‘Dios mío a quién le toque será muy difícil’. Me ha tocado a mí y estoy superagradecida. Ha sido muy fluido todo. Es tan interesante ver a Pedro trabajar. Yo no le conocía pero es una persona muy tranquila y que te hace muy fácil el trabajo.

Volvamos al Festival de Cine por Mujeres. ¿Qué significa para las mujeres que os dedicáis al séptimo arte un encuentro cinematográfico de estas características?
Creo que son muy necesarios este tipo de festivales. Las mujeres tenemos una visión distinta de las cosas y hay un porcentaje de la realidad donde es necesaria la visión femenina, que afortunadamente hoy está más presente. Creo firmemente que la mujer y el ecologismo son la clave del futuro. Las historias necesitan esa visión de la mujer y hoy se está dando gracias también a estos festivales.

Llevo cuarenta años en la profesión y te digo que como montadora, cuando empecé, las opciones eran o script o precisamente montadora (sonríe). Y la situación ha cambiado afortunadamente. Hay que congratularse con ello y con que haya este tipo de festivales.

“Las mujeres tenemos una visión distinta de las cosas y hay un porcentaje de la realidad donde es necesaria la visión femenina

Vamos a girar a su trabajo puro y duro. Que una película sea una obra maestra o la peor de la historia (exagerando) depende mucho del montaje. ¿Cómo se lleva esa responsabilidad?
Cada uno la lleva como puede. No sé por parte de los demás, pero tengo la impresión de que los montadores disfrutamos mucho de esa forma secreta que es nuestro trabajo. Piensa que nosotros solo somos intermediarios entre la película que el director ha rodado y sus intenciones: la película que él quisiera que fuera la definitiva. Esto parece una tontería, pero ese trabajo de intermediación supone una búsqueda, infinita a veces, de los mejores momentos, planos, buscar el fotograma, estar atento a la estructura y a mil cosas. Nuestro trabajo se basa en la invisibilidad de los cortes. Se escribe un guión, se dirige y se actúa imaginando una película. Pero la película no existe, no tiene su forma definitiva, hasta que ha pasado por la sala de montaje. Esa es la película existente. Después le añades sonidos o una música. Pero la forma definitiva se hace en la sala de montaje.

Me hablaba anteriormente de sus cuarenta años en la profesión. Teniendo en cuenta ese bagaje: ¿cuánto de artesanal sigue siendo la labor de montaje, teniendo en cuenta los avances de la tecnología?
No hay ninguna diferencia. La herramienta con la que trabajes es algo que tienes que tener superado y dominado. Lo que se ha ganado, sí, es muchísima velocidad. Ahora con dos clics lo haces en el momento. Pero por otro lado parece que como todo el mundo sabe manejar un ordenador, todo el mundo sabe montar, y no es así. Montar sobre todo es saber ver, saber distinguir y darte cuenta que cuando juntas dos planos pasan cosas inesperadas. Entonces la capacidad de analizar ese material, de darle un ritmo necesario o cortar en un fotograma justo, no tiene que ver con qué aparato estás trabajando.

En este momento está pasando una cosa que con las cámaras digitales hay más material. Antes teníamos menos, por lo que las opciones de montaje eran menores. Ahora, por ejemplo en Hollywood, la imagen del montador se ha revalorizado muchísimo. Porque ni productores ni directores son capaces de controlar las cantidades de material que llegan. Entonces se valora mucho la mente estructurada de un montador habituado a mirar, que sabe seleccionar los mejores planos, interpretaciones y los mejores momentos para que eso adquiera forma con una intención determinada. Eso se consigue con horas y horas de estar frente al material.

¿Merecen la pena tantas horas de soledad en la sala de montaje?
Sin duda. Y no creas que tengo intención de parar (ríe). Van a venir más películas y estoy ahí. En esto del montaje la experiencia te ayuda mucho. Es verdad que cuando empiezas una película da miedo. Cada director nuevo es una incógnita. Siempre hay una parte de misterio. Pero por otro lado hay un aprendizaje y una forma de entender las cosas. Yo he sido montadora de sonido muchos años. Por lo tanto, cuando monto imagen pienso en el sonido y cómo me puede ayudar para que algo que no funcione acabe haciéndolo. Todas estas cosas que una sabe me apetece muchísimo seguir poniéndolas en práctica. Porque cada director y directora se aprende y ahora con Pedro he aprendido muchísimo. Este placer de vida de todos estos años, como te digo, me han llevado a un momento de plenitud y de seguir ahí.