Pedro Sánchez Castejón, Carmen Calvo Poyato, Nadia Calviño Santamaría, Yolanda Díaz Pérez, Teresa Ribera Rodríguez, María Aranzazú González Laya, Juan Carlos Campo Moreno, Margarita Robles Fernández, María Jesús Montero Cuadrado, Fernando Grande-Marlaska Gómez, José Luis Ábalos Meco, Isabel Celaá Diéguez, Reyes Maroto Illera, Luis Planas Puchades, Miquel Iceta i Llorens, José Manuel Rodríguez Uribes, Carolina Darias San Sebastián, Ione Bellara Urteaga, Pedro Duque Duque, Irene Montero Gil, Alberto Garzón Espinosa, Manuel Castells Olivans y José Luis Escrivá Belmonte.

Estas 23 personas y su cohorte de asesores -ya van por el millar- forman parte del Gobierno más caro de la historia reciente de España. La misma España que soporta una losa a sus espaldas, en forma de deuda pública del 120% del PIB anual. Insostenible, claro. Urge reducirla si no queremos entrar en colapso, en quiebra.

Y la primera receta de estas 23 personas, estos 23 compatriotas, estas 23 señoras y señores, ha sido la más vieja de la historia: exprimir a impuestos a sus gobernados. A que lo han notado en la luz, la gasolina, la cesta de la compra… Todo es más caro, como el Gobierno, y no llegamos. A pesar de eso ahí estamos: tranquilos, relajados, sin alborotos. ¿Por qué? Pues por la otra estrategia a seguir, también muy antigua: el relato. Se ha construido el mensaje de que estas subidas son desde resilientes, a ecológicas e incluso conciliadoras. Y hemos tragado.

Pero aún hay más. Ahora llega el turno de las pensiones. El siguiente nivel. Y decía Escrivá, ese ministro dicharachero, hasta graciosete: “Las pensiones de los ‘babyboomers’ no pueden recaer en sus hijos”. “Tenemos que interiorizar que ellos no pueden soportar determinados costes y no me refiero sólo a las pensiones, sino a todas las políticas públicas. Hay que proteger a los jóvenes”.

Un Gobierno de 23 ministros y ministras y su millar de asesores tiene la receta para acabar con la deuda pública: “ajustar” las pensiones

Pobres jóvenes unos días, malditos otros (véase Mallorca). El mensaje contradictorio propio de la Tiranía. Descolocar al gobernando y continuar con la política de hechos consumados, que para cuando el Tribunal Constitucional quiera pronunciarse, ya ha pasado el tiempo justo y necesario para imponer el nuevo modelo político y social. En el caso de las pensiones, las que se refieren a los nacidos entre 1950-1970, tendrán que optar, según Escrivá, por trabajar más y mantener (tal vez) el poder adquisitivo; o jubilarse como se merecen, a su edad, pero perder dinero.

Es decir, que con la complicidad de los sindicatos vendidos, más la patronal, el Gobierno más caro de la historia quiere que pase por el aro de su mediocridad la generación que soportó la Dictadura de niños, trajo la Democracia en su juventud y soportó en su madurez los crímenes de ETA y la corrupción del nuevo sistema. Una generación que se deslomó por sus hijos, trabajando día y noche por que esos jóvenes (oh pobrecitos) tuvieran una educación y hasta vacaciones allá por los noventa y dos mil.

En un mundo normal, Escrivá y sus 22 amigos y amigas estarían en la cola del paro buscando trabajo y cotizando por primera vez en su vida, pues como gobernantes han resultado nefastos. Pero no. El ‘pensionazo’ para sostener al Ejecutivo más caro de nuestra historia se impone dentro del rebaño llamado sociedad. ¿Se dan cuenta del absurdo que es pagar a tipos como Escrivá y cía, para que jueguen con su dinero y le digan cómo tiene que vivir y cuánto tiene que trabajar? ¿No están cansados de este esperpento? Pues reaccionen, porque tras las pensiones, el siguiente nivel serán los ahorros.