Paul Julius Reuter fue el fundador de la que hoy es conocida como una de las agencias de noticias más famosa del mundo. De hecho la inauguró con palomas mensajeras en 1849.

Cuenta entre sus hitos el anunciar el asesinato del presidente Lincoln, antes incluso de que lo supiera el embajador de Estados Unidos en Inglaterra. Algo que asombró al Parlamento británico y llamó la atención de los políticos.

De ahí que cuando «sus señorías» llevaron a la Cámara de representación del pueblo la posibilidad de introducir un control a la prensa, Reuter hizo un llamamiento contra cualquier atisbo de censura a los medios.

Concretamente dijo: «Una prensa censurada es el instrumento de una minoría corrompida. Una prensa libre es el símbolo de un pueblo libre, pues la verdad significa libertad, y sin libertad solo puede haber esclavitud y degradación».

Este extracto puede encontrarse en el libro ‘Las cien mejores películas sobre periodismo’, del filólogo, profesor y periodista David Felipe Arranz, al que tengo el privilegio de llamar maestro y amigo, pues fue uno de mis docentes durante la carrera de Periodismo en la Universidad Carlos III, y todavía hoy sigue inspirándome en mi trayectoria profesional.

«Una prensa censurada es el instrumento de una minoría corrompida. Una prensa libre es el símbolo de un pueblo libre, pues la verdad significa libertad, y sin libertad solo puede haber esclavitud y degradación»

Sus elocuentes clases sobre el paradigma del periodismo, o las advertencias del afán del control político a los medios y periodistas, vienen en estos momentos más a mi que nunca. Esas élites del poder, y en consecuencia la tan temida censura, que cobran especialmente significado en España, amenazando especialmente a libertad de prensa, de la que hablara Reuter ante los parlamentarios británicos, y recogiera la película ‘A Dispatch from Reuter’s’, de William Dieterle (1940).

Todo al hilo de esta pregunta del CIS que dirige José Félix Tezanos durante el mes de marzo, coincidiendo con el inicio del Estado de Alarma por el Covid-19: “¿Cree Usted que en estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas por las redes y los medios de comunicación social, remitiendo toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales, o cree que hay que mantener libertad total para la difusión de noticias e informaciones?”

Un organismo público, que depende del Gobierno y que se financia con dinero de todos los españoles preguntando, nada más y nada menos, sobre la posibilidad de establecer una censura y volar por los aires el artículo 20 de la Constitución. Es decir, utilizar el Estado de Alarma para evitar cualquier crítica al Ejecutivo, aprovechando la excepcionalidad del momento para matar, directamente, a la democracia.

Una pregunta que esconde otra perversidad, como dejaba caer Carlos Alsina al propio Tezanos. Y es tratar de inocular ese virus en la opinión pública de que la versión oficial es la única verdad. Es decir, el Estado todopoderoso, omnipotente, omnipresente, que ostenta el imperium y la veritas. Y todo lo que se sitúe fuera de ese espectro es mentira; ilegal.

Igual de lamentable resulta que un 60% -habría que ver la cocina- avale esa posibilidad. Un 60% de encuestados cómplices de esta tirana cuestión. Y hay quién dice que se trata de un sondeo, de testar simplemente la opinión del ciudadano. Que esta pregunta y su respuesta no son vinculantes, ni mucho menos dogmas de fe -que es lo que se quiere infectar al vecino al dar a entender que solo el Gobierno dice la verdad-. Qué curioso, justo ahora que arrecian las críticas -y con razón- a la gestión del tándem PSOE/Podemos sobre el coronavirus.

En fin, que un aparato del Estado -el CIS- no pregunta algo así por casualidad. Otra ‘patita’ más que asoma. Lo estamos viendo venir y no queremos darnos cuenta. La crítica al poder establecido es legítima siempre; haya Alarma o no. Y más cuando 20.000 compatriotas han muerto en menos de un mes.

Y es que como decía Oliver Wendell Holmes: «No puede haber mejor ley en el periodismo que decir la verdad y deshonrar al diablo»

Hasta la socialista Elena Valenciano ha advertido estos días que hay que tener «cuidado con las ‘fake news’, pero mucho más cuidado con la libertad de expresión».

Todo buen ciudadano que precie de llamarse así ha de cuestionarse en todo momento qué está haciendo su Gobierno, sea este nacional, regional o local. Sobre todo en ocasiones excepcionales. Debe cuestionarse «la versión oficial», la versión de los gabinetes y hasta el ‘tuit’ del ministro de turno. Ya saben: pienso, luego existo.

Los periodistas debemos abanderar esas preguntas y provocar las respuestas; cueste lo que cueste; seamos monitorizados o no. Porque responder es la obligación y va en el sueldo de todo gobernante.

Como decía Oliver Wendell Holmes«No puede haber mejor ley en el periodismo que decir la verdad y deshonrar al diablo». Y hoy, como no sucedía en mucho tiempo, el diablo amenaza con tragarse la verdad.