Xabi Alonso es uno de los mejores centrocampistas que he visto jugar en mi vida. Las alegrías que me ha dado como madridista y español son incalculables. Pero hoy no vengo a hablar del jugador, si no de la persona.

Entendemos que todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Salvo para Hacienda, que lo retuerce y nos ve como presuntos culpables.

La Agencia Tributaria, como un Don Fanucci cualquiera, ha ido picando en los jugadores de fútbol a los que pedía una cantidad de dinero a cambio de no acusarles de fraude fiscal. Todos han pasado por el aro, porque vérselas con el Leviatán en los juzgados no es plato de buen gusto.

Salvo Alonso, que ha defendido su inocencia en los tribunales y ha ganado, pese a los recursos de la Fiscalía del PSOE y la Abogacía del Estado, que renuncia a reclamar los cinco millones de multas de los golpistas catalanes, pero ha querido hincarle el colmillo al donostiarra, que ha repartido juego como nunca.