El Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid ha declarado, en su reunión de esta semana, Bien de Interés Cultural (BIC), en la categoría de monumento, el Convento de la Encarnación de Griñón. De este modo, el Ejecutivo regional ha reconocido el valor artístico, histórico y cultural de esta construcción que constituye un ejemplo representativo del modelo conventual femenino del siglo XVI en Madrid y Castilla.

El convento, fundado por el canónico Don Rodrigo de Vivar, constituye la más temprana construcción de este tipo del siglo XVI en la región madrileña -en 1630 ya estaba finalizada-, que permanece en su lugar de origen y conserva sus estructuras primitivas, a la vez que mantiene el ambiente espiritual que motivó su creación. El conjunto conventual en el municipio de Griñón está formado por la iglesia, un claustro de dos plantas en torno al cual se distribuyen las dependencias más importantes y un patio adosado a la pared norte del claustro.

Es un buen ejemplo de las diferentes influencias estéticas que coexistían en el ambiente cultural de finales del siglo XV y primera mitad del XVI. Su origen gótico se aprecia en la tipología de la planta de la iglesia con una cabecera cuadrangular, una nave y coro bajo y alto a los pies. Los artesonados responden a la tradición mudéjar, y la influencia renacentista aparece en los elementos decorativos, como capiteles y ménsulas.

Destaca el retablo mayor, dedicado a la Anunciación de María, con obra de arquitectura renacentista y decoración plateresca policromada, característica de los talleres toledanos del primer tercio del siglo XVI, y que cuenta con pinturas realizadas por el pintor toledano Juan Correa de Vivar, sobrino del fundador del convento, ejecutadas entre 1533 y 1536.

Otros cuatro retablos se distribuyen por la nave, dos realizados en madera dorada y policromada responden al estilo manierista del último tercio del siglo XVI, y otros dos retablos pueden fecharse en el siglo XVIII y principios del XIX respectivamente. Las armaduras de madera de la cabecera y del coro, sin apenas decoración, constituyen buenos ejemplos de este tipo de carpintería de tradición mudéjar que caracteriza gran parte de la arquitectura religiosa desde la Edad Media.