Una pelea de boñigas que culmina con el descubrimiento de las huellas de Laetoli; la promesa de Heinrich Schliemann de hallar Troya; los faraones de Egipto que, miles de años después, vuelven a la ‘vida’, incluyendo la de Tutankamón y la expedición de Howard Carter; o los guerreros de Xi’an, Pompeya, Machu Pichu, Petra o Hattusa. Hitos de la arqueología que cambiaron la historia y que, con el rigor histórico y humor que le caracteriza, Javier Alonso López ha recogido en el libro: Arqueología: 20 descubrimientos que cambiaron la historia.

Nos conocemos de hace tiempo, no tanto como estos descubrimientos, y hablar con Javier siempre es una gozada. Ahora, en el retrovisor de la historia, dibuja un libro ameno, divertido, para todos los públicos, en verdad, pues es fascinante seguir asombrándose ante los regalos que nos brinda esta existencia.

“Lo que me apetece es que los niños, cuando lo lean, le cojan el gusto a la arqueología. Tiene una parte dura, es muy duro excavar, pero tiene una parte emocionante. Faltan muchas cosas y cuando participas en una de ellas es una gozada”, expresa durante nuestra conversación en la redacción de Al Cabo de la Calle.

“Lo que me apetece con este libro es que los niños, cuando lo lean, le cojan el gusto a la arqueología”

Filólogo semítico, historiador y biblista, además de profesor, traductor y guía de viajes arqueológicos, afincado en Alcorcón, es un pozo sin fondo de sabiduría, como vuelve a plasmar en este trabajo, donde la ficción y la realidad se dan la mano.

“El descubrimiento principal siempre es ese, los enclaves igual, incluso el carácter de alguno de ellos, hasta donde se sabe. Por ejemplo, el descubridor de Hattusa, efectivamente era un tipo de mal carácter. Era un arqueólogo de sillón, eso de que le manden al centro de Turquía a triscar por el monte no le hizo ninguna gracia. Va refunfuñando todo el camino como le ocurre ahí, luego se encuentra con aquello y dice qué bien, pero no era un aventurero que le apeteciera aquello”.

EL ARQUEÓLOGO QUE LLEVAMOS DENTRO

De una lista inicial de 40 descubrimientos quedaron 20. Y como todo en esta vida, tiene un porqué. “Primó una distribución geográfica, porque se puede hacer veinte prácticamente solo de Egipto. Quería que hubiera diferentes culturas. La segunda cosa era que hubiera algo divertido o se pudiera forzar un poco con la ficción para que fuera interesante, porque hay descubrimientos magníficos desde el punto de vista arqueológico, pero no hay una historia interesante detrás y al final está hecho para que el niño lo lea y quiera ser arqueólogo, que diga qué falta por descubrir que lo quiero descubrir yo”, expone nuestro historiador de cabecera.

CONFESIONES DE UN ARQUEÓLOGO

El mismo Javier, que ha participado en excavaciones, confiesa que hay ausentes en este libro. “Me quedé con las ganas de algo de arqueología subacuática, como por ejemplo, el Titanic, que al final es un tipo de arqueología diferente”.

Y quién le hubiese gustado ser por un día, pues nada más y nada menos que Burckhard, el descubridor de Petra, “que por cierto es el descubridor también de Abu Simbel”, me interrumpe, para añadir que “en menos de un año descubre las dos cosas. Yo he excavado en un yacimiento enorme y solo quitaba tierra, no sacaba nada, un tío de estos que en menos de un año descubre Petra y Abu Simbel está tocado por los dioses, es un fenómeno”.

Sin embargo, también tiene la receta para hallar todo esto, en algo tan sencillo, como hacer lo que a uno le gusta. “Por lo menos que te guste, es que si no, no lo haces bien. Haz lo que te dé la gana pero que te guste. Tanto esto como en los cursos que doy o cuando voy de guía, todo lo que hago relacionado con el mundo antiguo se nota que me encanta. Es un trabajo, pero si fuera multimillonario seguiría haciéndolo”.