
Conviene y mucho alejar al ciudadano de toda profundidad que haga crecer su espíritu crítico
Ha quedado en un lugar tan relegado la cultura que si se hiciera una encuesta para saber qué porcentaje de españoles sabe quién es el ministro que está al mando de tal Ministerio probablemente el dato lo secundaría. Eso por no hablar de la cantidad de nombres que deberían estar presentes en nuestras mentes y casi siempre hay que explicar y especificar de quién se habla.
Antes daba vergüenza responder “No sé quién es” cuando alguien nombraba a una persona que uno entendía que seguramente debía conocer, y en la mayor parte de los casos pertenecientes al ámbito cultural e intelectual.
El teatro, no los musicales, sufre una agonía que aterra. Tenemos directores de la talla de Juan Mayorga, cuyo nombre no es de los que le suenan a la mayoría; o no a esa mayoría que sí les suena cualquier serie de moda, pero es que es mejor para muchos, porque conocer a Mayorga significaría conocer profundidades que ayudan a la razón y al espíritu crítico.
La literatura, uno de nuestros bienes históricamente más relevantes y preciados además de preciosos, corre también mala fortuna. Salvando las dos o tres excepciones que afortunadamente libran a la mayoría de la barbarie intelectual de no leer, el resto de nombres enormes de nuestras letras viven condenados a un injusto cuarto plano. Si decimos Vila-Matas, el recientemente fallecido Guelbenzu, la académica y poeta Clara Janés, el monumental Luis Landero, ¿cuántos levantan la mano porque los conocen? No hablamos siquiera de que los hayan leído, solo conocer sus nombres…
Una sociedad que vive de espaldas a su literatura es una sociedad condenada absolutamente al fracaso. Un fracaso que no tiene nada que ver con el poder material o la autoridad peor entendida, un fracaso como personas dispuestas a vivir con plenitud y conciencia y conformando una sociedad crítica, humana y humanista, solidaria y capaz de realizar la abstracción necesaria para comprender que el mundo es un lugar habitable y no solo un sitio para pasar las horas y no hacer nada porque de nada sirve hacerlo.
Es más sencillo encontrar una portada de un diario protagonizada por fútbol que por un escritor. Es más, resulta ya imposible imaginarlo. ¿Alguien visualiza a Luis Landero en tal lugar? ¿Que por qué? Porque su voz es noticia y es fuerza y es inspiración y es conocimiento. Pero, claro, son muchos años de trabajo y empeño por la parte interesada para cultivar una sociedad que se acostumbre a no leer a no mirar a no ir al teatro. No vaya a ser que se hagan preguntas que ha costado mucho desterrar y que se dejen de hacer.