
Iker Lastra: «Intentar estar a la altura de lo que como actor esperaban de mí me hizo polvo y me autodestruí»
Pocas veces va a encontrar el espectador un actor con la potencia y el poder de Iker Lastra sobre las tablas de un teatro. En la piel del monstruo de la obra Un monstruo viene a verme, de la compañía LaJoven y en estrecha colaboración con la Asociación Española contra el Cáncer, realiza el actor un ejercicio de interpretación de unas dimensiones tan fabulosas que se pierde completamente el velo de la ficción. Nos lo creemos. Tanto que hasta lloramos.
El actor, conocido sobre todo por series como Herederos o por sus trabajos en películas como Luz de domingo, de Garci, fascina en esta historia que primero fue libro, luego película y ahora obra de teatro. Una maravilla que va directa al pecho y pone a los espectadores en el centro mismo de la historia.
La magnitud de su profundidad se adhiere a los adentros más profundos del que asiste perplejo en el mejor sentido a un montaje que brilla y brilla y sigue aumentando su brillo para mostrar que la tensión dramática sí se puede sostener y aún más: ir creciendo.
Hablamos con Iker de este ejercicio tan hondo que realiza día tras día en el Teatro Fígaro de Madrid, en una segunda temporada, antes de continuar por otras ciudades de nuestra geografía.
Hace usted un ejercicio de interpretación verdaderamente brutal, algo le tendrá que dar a cambio el personaje…
Sí, me da salir del control, que es algo muy importante. Porque cuando uno se hace adulto, no sé en qué momento ocurre, hay un momento en el que te crees que tienes el control y no hay nada más lejos de la realidad. Bueno o yo, en mi caso concreto para no generalizar, no sé en qué momento pensé que tenía el control. Y eso no es así, nunca lo tienes. Eso me lo ha dado mi personaje en esta obra. El monstruo me ha mostrado que no hay ese control que uno cree. Y también me lleva este personaje a aceptar que el dolor es parte del viaje.
¿Integra usted el dolor en la propia vida como algo natural?
A ver, no exactamente. Porque al decir esto puede parece que hay que sufrir en la vida, sí o sí, y que esa es la única manera. Y no, no es la única techa que hay, hay muchas otras, como disfrutar, entendiendo bien lo que es disfrutar, que nunca implique dañar o perjudicar a otro. En este sentido yo elijo esa tecla, prefiero quedarme con que además del dolor hay disfrute.
¿Y cree que para hacer frente al dolor es más sencillo desde la compasión, bien entendida, y la gratitud?
Mi padre falleció hace diez años y los últimos días sufrió muchísimo. Probablemente me diría que acabar con ese dolor fue un alivio. Está precioso aligerar la mochila, pero es el respeto y el amor lo que nos salva. Y tenemos muy pocas personas que nos acompañen en la tragedia y en la comedia.
¿Duele recurrir al niño que usted fue para el personaje de monstruo?
Sí que tuve que bucear en mi infancia para hacer este personaje, es cierto. Pero no quiero dejar de señalar que el teatro es para mí un despertar, en todos los sentidos, porque estás aquí y ahora, y no hay otra cosa más que ese momento. Aunque quieras escapar, en el teatro no puedes. Para mí es un lugar de sanación, así que mirar al niño también lo fue. Como actor quiero que los espectadores vivan el reflejo de lo que todos hemos sido de niños, aquellas cosas que nos han conmovido desde la niñez, porque todo eso está dentro, lo tenemos. Y está muy presente en la obra y yo quiero que lo sientan.
¿Exageramos si decimos que de alguna manera le ha salvado el teatro?
Ha sido más la experiencia y aprender a respetar cada viaje. Muchas veces nos dicen que seamos o que vamos a ser como tal ídolo, tal actor o tal estrella. Yo digo que tú seas tu propio ídolo. A mí me ha pasado, en la televisión, de joven, me decían que yo iba a ser como tal actor; tratar de llegar a serlo y estar a la altura de las expectativas que depositaban sobre mí me hizo polvo; me autodestruí. Y ahora estoy volviendo a conectar conmigo.
¿Qué es lo que más le ayuda?
Hay algo que nos lleva. Sin que suene a algo católico, yo siento que formo parte de algo que es más grande que yo. Y lo más cercano que he encontrado a ello es el amor de mi familia. Lejos de todas esas exigencias de ser un macho alfa y lo que conlleva que desgraciadamente a veces toca vivir socialmente. Además todo eso se somatiza y enfermas, o vienen las adicciones… El caso es que nadie se libra de llevar una máscara alguna vez.
Cuando uno se deshace de ella, elige el camino de la consciencia, y ahí ya no hay vuelta atrás…
No, es que a veces estás tratando de sobrevivir pero lo estás haciendo en el entorno equivocado.
Ha hablado de adicciones…
Yo me escapé con el deporte y la comida desde la adolescencia y eso te deja huella para siempre. No puedes decir que eres un ex de lo que sea. Te deja marca para siempre.
De hecho los alcohólicos no suelen decir que son exalcohólicos sino alcohólicos, aunque en realidad apenas pueden decirlo, ni con ex ni sin ex…
Impera la vergüenza: sientes que si lo dices te van a atacar. Da vergüenza decirlo. Habría que legitimarlo más para que se pueda decir y no ser juzgado. Es el miedo ese que nos han metido entre el cielo y el infierno, y que arderás en el infierno por los siglos de los siglos. Y hablo de esto porque lo conozco bien; mi propio proceso tiene mucho que ver con eso.
¿Cree que todos tenemos un monstruo? Igual me quedo corta con uno solo…
Sí, más bien habría que hablar de varios monstruos. Y no son monstruos amables precisamente. Todos compartimos esto: los monstruos. Hasta una tormenta, por tonto que pueda parecer, puede ser un monstruo: un monstruo que te está alertando para que te pongas a resguardo. En la obra el niño dibuja un monstruo y ese es el que va a verlo. El que dibuja.
¿Ha dibujado usted algún monstruo?
Sí, a veces, sí. lo que más me ha gustado en la vida era dibujar, porque tiene algo que tiene que ver con algo que no es intelectual. Tiene que ver con una poesía interna y con algo muy sano. Estuve casi treinta años sin dibujar. Algo debió de pasarme, algo traumático, porque dejé de dibujar y he estado casi 30 años sin hacerlo.
¿Puede confesar alguno de sus monstruos?
Sí, ser dejado en pareja. Hasta ahora yo provocaba las rupturas para sacar el miedo de ser dejado. Y entonces lo provocaba, me he estado haciendo eso mucho tiempo. Así que ser dejado es el mayor de mis miedos.
¿Y el peor monstruo que ataca a nuestra sociedad?
Netanyahu y Trump. Aunque más te diría que los personajes que consiguen que se colabore con ese tipo de ideología. Porque yo creo que hay otros que están por encima de estos. Siempre hay algo que está por encima que nos puede hacer comportarnos como depredadores. Y ese es un problema.
En alguna ocasión ha dicho que le habría gustado ser cantante…
Más bailarín. Me habría gustado más ser bailarín que cantante. Todo lo que tiene que ver con la voz y el sonido me apasiona. El sonido es el arte que más me conmueve. Si yo pienso en el mayor regalo que he recibido es la voz y la musicalidad que mi madre me ha transmitido.
Hablando de lo que quería ser, ¿qué le diría al joven actor que era usted?
Le diría: tienes todo el derecho a equivocarte. También le diría que no se preocupara porque no ha nacido con maldad, sí con falta de conocimiento, pero no con maldad. Y no dejaría de insistirle en que no tema, que pueden pasar 20 años y seguir trabajando en esto. Que no tuviera prisa por conseguir proyectos.
Si pudiera volver atrás…
No, no creo que cambiara nada, porque todo lo que hemos vivido es lo que nos hace quienes somos. Hay que acunarse a uno mismo.