Acercarse a Matisse por primera vez a través de la exposición de CaixaForum: salir sin entenderlo todo es la mejor manera de empezar

Parece que todo el que entra a una exposición sabe a lo que va y qué va a ver, una premisa que aleja a algunas personas de las salas y los museos. Tal vez escuchar Matisse, y es en él en quien me centro porque será con su obra con quien intente que los que huyen por temor a ser considerados ‘ignorantes’ prueben a adentrarse, sea algo que los eche para atrás y no se planteen la posibilidad de disfrutar de una obra que habla a su vez de por qué no hay que entenderlo todo.

Seamos francos: entrar en una exposición que no sea de arte ‘clásico’ puede intimidar: los colores resultan excesivos, la formas no son a lo mejor ‘entendibles’, y los títulos, crípticos. Sin embargo, Henri Matisse es, paradójicamente, uno de los mejores artistas para empezar a mirar arte sin miedo. Y muy en concreto la exposición Chez Matisse. El legado de una nueva pintura, en CaixaForum Madrid (hasta el 22 de febrero). Porque invita precisamente a eso: mirar sin prejuicios y dejarse llevar por el color.

Quién fue Matisse (y por qué no hay que entenderlo todo)

Nacido en 1869 en el norte de Francia, Henri Matisse si algo pensaba era que sería artista. La vida y sus vericuetos, vueltas y maneras de cambiarnos rumbos que a veces creemos certeros. De hecho, Matisse estudió Derecho y empezó a pintar casi por accidente, durante una convalecencia (apendicitis). Y esto es crucial: Matisse no creció sabiendo pintar, sino aprendiendo a mirar de otra manera. Saberlo sitúa al espectador en un lugar de partida muy diferente. Y acaso encuentre justo ahí el espacio emocional desde el que vivir su obra.

Y de aquel pintar «por accidente», aunque sí hay que señalar que su madre tenía una gran afición por la pintura, nació una figura fundamental, ya que Matisse fue uno de los grandes revolucionarios del siglo XX y líder del fauvismo, un movimiento que escandalizó en su tiempo por usar colores violentos, irreales, sin intención de copiar la naturaleza. Para el artista, el color no describía: expresaba. Y por ello un rostro podía ser verde, una habitación roja, un paisaje azul intenso. No porque fuera así, sino porque así se sentía.

A lo largo de su vida buscó una pintura cada vez más simple y esencial. Cuando la enfermedad le impidió seguir pintando, inventó una técnica nueva: los recortes de papel pintado, que hoy son algunas de sus obras más famosas. Hasta el final, Matisse fue un artista que no dejó de experimentar.

Una visita sin prejuicios

Empieza por las primeras salas para situarte en el contexto: verás cómo Matisse rompe poco a poco con la pintura tradicional. No es necesario detenerse demasiado aquí; es una introducción. Dedica más tiempo a las salas donde el color se vuelve protagonista absoluto. Observa cómo una misma escena cambia solo por la elección cromática. Es uno de los grandes aprendizajes de la exposición.

No te preocupes si no reconoces los nombres. La clave es entender que Matisse influyó a generaciones enteras. Mira las diferencias y similitudes sin buscar jerarquías.

En la parte final se encuentra la obra más accesible y sorprendente. Formas simples, colores puros, una alegría casi infantil. Aquí se entiende mejor que en ningún sitio la idea de Matisse: el arte como placer visual.

Se trata pues y de ahí la oportunidad que da esta muestra de una exposición amable y luminosa que demuestra que el arte moderno no es un código secreto, sino una forma distinta de mirar el mundo.

Salir sin entenderlo todo no es un fracaso. En el caso de Matisse, es casi la mejor manera de empezar.

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