Elena Díaz Barrigón: «Me gustaría que mi obra permaneciera viva como un lugar de encuentro para las mujeres»

Sin siquiera imaginar que podría llevarla a escena, Elena García Barrigón, escribía como necesidad vital la obra que se convertirá en un éxito de tales dimensiones que tras dos años agotando entradas repite temporada. La obra: Madres, que ha vuelto este mes a las tablas y a la que ni nuestro director más internacional se resistió: Pedro Almodóvar. Pero aquí el asunto no va del manchego, va de esta directora, autora y actriz que mientras estaba en el parque con su hijo en ese ejercicio que tan bien conocemos muchas, ideó lo que hoy es una obra que podemos calificar como un bien necesario y social. No en plan feminista, antes de que los prejuicios o las ideologías se interpongan entre esta maravilla y el posible futuro espectador, en un sentido mucho más profundo e importante: hablar de lo que no se habla.

Desde la que es madre y arrastra la culpa y el estrés y la angustia de no poder llegar a casi nada y la exigencia brutal de ser una buena madre hasta la mujer que decide no ser madre pero que es madrastra porque su pareja tiene hijos. En ‘Madres’, a través de cinco mujeres, se tocan casi todas las posibilidades.

A Elena se le notan las ganas y la ilusión, la emoción de haber llevado a su criatura tan lejos. En México están haciendo una adaptación y ha sido traducida al euskera.

Tercera temporada en el teatro…
Y tenemos muchísima ilusión, como la primera vez.

¿A qué cree que obedece este éxito?
Creo que es la necesidad que tenemos de juntarnos y sentirnos identificadas las unas con las otras. En Madres he intentado abrir nuestras verdades con humor y con valentía. Pero creo que a lo que más obedece que se llene temporada tras temporada es, como te decía, a una necesidad de encontrarnos y juntarnos.

¿Es una llamada a revisar el concepto de la maternidad que tenemos y que es asignatura totalmente pendiente?
Es que llevamos muy poco tiempo en realidad relatando las mujeres en primera persona.  Y nos queda mucho. La maternidad ha sido algo idealizado, y sigue presente esa imagen, eso por un lado; y por otro, como algo obligado.

En cuanto a esa idealización de la maternidad ¿se ha quitado el derecho a la queja de muchas madres?
Sí, es como si no tuviéramos derecho a que nos duela o nos afecten cosas. Parece que las madres no tenemos derecho a la queja. Y aún más, yo me di cuenta en la obra, porque al escribirla no lo sabía, que había un chiste en ella. Me di cuenta al escuchar que la gente se reía. Es en una parte que una de las mujeres de la obra dice: «Si mi marido es un padrazo: los recoge y los lleva todos los días al colegio». Y se empezaron a reír. Claro, porque si él hace eso, es Superman. En una madre se da por hecho.

Peor aún: qué mala madre si no lo hace…
Sí, claro, ella es un horror, pero es que nosotras fallamos por todos lados. Lo que tenemos que hacer y hacemos en esta obra es remar todas juntas.

¿Y no nos cuesta entre nosotras mismas hacerlo?
Es como en mi obra, son de entrada cinco personajes muy diferentes, pero luego se van asemejando. En realidad, por muy diferentes que parezcamos no lo somos tanto.

¿Estaba en un parque con su hijo cuando se le encendió la chispa?
Cuando empecé a escribirla mi hijo tenía menos de dos años, así que iba mucho al parque. Y yo miraba a las otras madres y en algunos casos, aunque me parecieran de otro planeta, yo pensaba: dentro hay un ser humano, seguro que le están pasando cosas parecidas a las que me pasan a mí. Éramos como satélites individuales, pero en el fondo estábamos compartiendo el mismo encierro.

Una palabra dura: «encierro»…
Sí, pero es lo que era. Y no solo las que hemos comido parque, no nos olvidemos del lado contrario: todas esas mujeres que por su trabajo no pueden estar presentes y llegan corriendo para poder darles el baño. Mujeres que querrían llegar al parque y no llegan porque laboralmente les resulta imposible. Es que lo tenemos muy complicado, pero afortunadamente cada vez hay más canales y más escritoras que lo visibilizan. Porque la realidad es que la situación para que puedas llegar es mala. No hay una conciliación laboral real. Si estuviese mejor organizado, llegaríamos. Pero no, y es como invisible el problema.

Y la mujer se culpa muchas veces por no llegar y no poder conciliar…
Sí, no llegas y además de no llegar porque es imposible, no porque no quieras, te culpabilizas. Cuando en lugar de culpabilizarte lo que tendrías que haces es abrazarte a ti misma porque no te vas del trabajo para llegar por un miedo real, que es que hay un represalia y es real.

¿Por qué el escenario que ha elegido es un colegio? 
Porque hay una vivencia que tengo y creo que muchas tenemos grabada. En las jornadas de puertas abiertas de los colegios, cuando llegas con todas tus dudas y tus inseguridades y te sientas en esas sillas de infantil, que casi no te cabe el culo en la silla… Llegas con todos tus miedos, tus culpas, tus problemas financieros y al tiempo intentando mantener tu dignidad.

¿Esperó que llegara donde ha llegado la obra?
No lo esperaba ni en sueños. La escribí por necesidad. Cuando lo hacía ni siquiera podía montarla. Cuando ya pude ponerme con ella, la hice con todo el corazón, pero no sabía cómo iría.

¿Tuvo miedo a que la rechazaran?
No, es que además es lo que tiene ser madre y trabajar, que no tenía tiempo se pensar en el rechazo posible. Me importa y me preocupé mucho en cuidar los mensajes que para mí eran importantes.

¿Por ejemplo?
Los temas de la no maternidad me parecen muy importantes. Y la figura de la madrastra, porque muchos de nuestros hijos cuando no están con nosotras están siendo cuidados por otra mujer que tal vez no tenga hijos porque lo eligió así.

Una elección sobre la que sigue habiendo cierta presión…
Sí, hay presión para ser madre. Cuando una mujer no tiene hijos tendemos a pensar que le ha pasado algo, que es por algún problema, no por elección. Y es cruel tanto esto como la presión para ser madre. Hay que poder dignificar el papel de la madrastra y el de la no maternidad para dignificar el de la maternidad.

Y luego una vez se es madre, la presión aumenta. Se ha llegado a señalar a la madre que no el pecho…
Se mira mal a la que no da el pecho, no se respeta que una persona no lo haga. Me sorprende mucho ese permiso tan enorme que hay para opinar sobre la maternidad. Tú a una madre le dices que el niño coma tal, o que no duerma en tal postura o que estás haciendo eso de manera errónea… Yo no veo que entre alguien y le diga a una farmacéutica cómo tiene que hacer su trabajo. La exigencia es constante: consejos, críticas y opiniones. Una presión que se hace muy grande porque también trabajamos y también tenemos que hacer bien nuestro trabajo.

Por no hablar de las que hacen de madre y padre…
Hay un personaje en la obra que encarna esa mujer madre que le toca ejercer de padre y madre porque el padre no ejerce. Y es algo que sucede en muchos casos, muchos más de los que nos creemos. Por eso es importante contar lo que está sucediendo.

¿Cree que nos ayudamos poco?
Yo creo que entre nosotras nos salvamos cada vez más.

¿No cree que afecta la polarización política actual?
El feminismo está por encima. Hay algo mucho mayor que nos ayuda a todas. Y además yo elijo poner la mirada en lo bueno.  La mirada en el feminismo en sus orígenes no estaba para mirar la maternidad, y entiendo que al principio quisieran alejarse de la maternidad por las circunstancias que tenían; pero este es otro momento y nos toca integrarlo todo. No se trata de elegir ser madre o ser libre, se trata de ser una mujer libre.

¿Hace usted de la lucha una verbena?
Sí, bueno, intentamos que todos salgan de la obra con la energía bastante arriba, que es lo que intento hacer yo en mi vida. Subirnos los unos a los otros.

Y ellos, ¿cómo reaccionan en la obra?
Muchas veces se levantan ellos primero a aplaudir.  Vienen muchos hombres a verla. Es que yo no creo que haya contenidos de mujeres ni literatura de mujeres, los contenidos son universales.

¿Responden entonces casi mejor ellos?
La respuesta de ellos es muy emotiva, algunos se levantan a aplaudir con lágrimas en los ojos, emocionados.

¿Ha ido su hijo a verla?
Eso ha sido muy fuerte. Era lo que más me impresionaba porque era tener acceso a un mundo… Hablé mucho con él, porque era importante que supiera que las decisiones eran mías todas y que en caso alguno era su culpa. Lo que hago es buscar manera de estar mejor. Y esta obra me ha ayudado y me ayuda. En la obra también está la dificultad de conciliación laboral real que tenemos en este país.

¿Cómo le gustaría que pasara a la historia Madres?
Qué bonito, no me lo había planteado. Pues me gustaría que permaneciera viva como un lugar de encuentro para las mujeres.

 

 

 

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