Marta Robles: «Siempre escribo como si fuera a ser ajusticiada mañana»

La novela negra sirve y si no, debería, para contar aquello que de otro modo no se puede. Desde sus inicios la denuncia estuvo en ella, de contrabando o de manera más explícita, pero residía en sus letras. Y reside. Un ejercicio que realiza con una impecable solidez Marta Robles en su última obra, ‘Amada Carlota’ (Espasa). La escritora logra que el lector olvide discusiones políticas o diferencias de ideologías para adentrarse en una historia que la propia Marta describe no solo como la de los bebes robados en España durante la dictadura sino como su manera de dar voz a los silencios de las mujeres. Las de entonces, pero también las de ahora; porque la mayoría están o conocen a todas las que atraviesan ‘Amada Carlota’. Una obra que se lee tan bien como bien queda expresado lo que casi nunca se dice.

¿Siente que ha dado un paso más con esta obra como escritora pero también como persona?
Sí, con la distancia lo veo. Una vez terminada y pasado este tiempo, he tenido esa sensación, la de haber dado un paso adelante. Siento que ha habido un punto de inflexión en mí misma que se traduce en la mirada del escritor. En la mía, y eso es lo que todo escritor ha de tener sí o sí: mirada propia.

Ha recuperado al detective Roures para ‘Amada Carlota’, ¿era la novela negra la mejor o la única manera de tratar los temas de esta historia? Porque es una historia dura…
Las personas de mi generación empezamos a leer con ‘Los cinco’, todo era en torno a aquellos pequeños detectives. Nos gustaba mucho el papel del policía. Después vino Edgar Allan Poe y el género negro. Devoré a los más clásicos de la novela negra: Hammet, Simenon, Chandler…  Y es que el personaje de detective nace para hacer de Quijote.

¿Cuáles son los molinos?
Es un Quijote que quiere luchar contra la corrupción. Yo siempre supe que escribiría novela negra, porque sirve para denunciar y para remover el corazón endurecido de la gente.

¿Estamos muy endurecidos?
Parece que ya nada nos afecta. Y en una ficción es diferente; nos volvemos a conmover. Tiene esa capacidad.

¿Es más frivolidad?, ¿o de verdad tenemos el corazón endurecido?
La dureza de la frivolidad es inaceptable. Las personas más frívolas nunca se ponen en la piel de otro. No hay nada más complicado que conmover a un frívolo.

¿Es una novela valiente? Al menos parece que hubiera puesto todo lo que tenía de usted misma al servicio de la obra.
Es que soy muy intensa, siempre lo he sido. Mira, la diferencia entre lo que es y no es literatura es la carta que le escribe un novio a su novia un día cualquiera o la carta que le escribe antes de ser ajusticiado. Siempre escribo como si fuera a ser ajusticiada mañana.

Diría que ha escrito una novela de… Acabe usted la oración.
Yo diría que no es una novela de niños robados; yo lo que he escrito es una novela de los silencios de las mujeres, porque creían que ellas eran las culpables. Es una sensación que me duele. Es terrible. Seguimos callándonos mucho. Siempre tenemos que parecer buenas.

Para no ser tachadas de locas…
Lo que nos pasa es increíble. Antes se hablaba de curar los nervios a las mujeres histéricas. Ha sido y es una agresión permanente hacia nosotras. Se dice que es o por las hormonas o porque está histérica…; siempre hay una justificación. Esta novela es para dar voz a las mujeres.

¿Por qué se ha hablado tan poco del robo de bebes?
Porque no ha ido a ninguna parte. Es una tropelía que se cometió durante la dictadura y, luego, en democracia, como negocio. Es muy difícil seguir esos delitos. Fíjate que solo ha habido dos acusados: Sor María y el doctor Eduardo Vela, y los dos ya están muertos. No hay nadie más acusado en firme, por lo que es muy complicado hacer algo. En esta sociedad el robo de niños es un arma de guerra igual que lo son las violaciones. No hay mayor dolor que te quiten a un niño.

¿Cómo se encontró con el «gen rojo»?
Pues descubrí que Nájera y otros defendían que las madres republicanas tenían lo que llamaron el «gen rojo», lo que las hacía incapaces de cuidar a sus hijos porque por el gen las hace degeneradas moralmente. Una barbaridad. Al empezar a escribir esta novela estuve documentándome y de pronto asomó el gen rojo. El psiquiatra Vallejo-Nájera tenía esa teoría descabellada y trató de probarla en la cárcel de Málaga de republicanas. La sociedad respaldaba aquello. La supremacía partía de lo que él decía. Había que mirarlo con los ojos del pasado, pero es que en ese momento las teorías eugenésicas fueron el pan de cultivo. Ahora mismo es preciso que las mujeres estemos muy atentas porque nuestros derechos se ven mermados. Vivimos un momento de zozobra y tenemos que estar alerta.

Hay momentos en la novela que hasta duelen físicamente, como cuando da a luz una joven de 16 años…
Sí, hay momentos de esa novela que me han dolido físicamente. El poder de la literatura es ese. Y me lo han dicho muchas mujeres, que podían sentir el dolor.

¿Qué es lo que más le dicen sobre ‘Amada Carlota’?
Me dicen que es mi mejor novela. Y que es absolutamente creíble, y eso es muy importante que lo digan, porque si no hay verosimilitud, no hay obra. Lo que más me han dicho es «Cómo me has tocado el corazón» y «Cómo me has conmovido». Hubo una persona que me dijo «Es increíble que siendo una obra tan dura sea a la vez luminosa». Y es que quería dar voz a las mujeres pero que no fuera un horror todo; que esa cicatriz sirviera para afrontar todo mucho mejor.

Usted también sabe algo de eso…
Todas sabemos algo de eso. Y me quedo con algo que dicen los argentinos: «¿Para qué sirve el frío? Para saber lo lindo que es el calor».

¿Qué le parece que otra vez el aborto vuelva a ser tema de debate?
Es increíble que nos usen para darse juego político: unos que si es para informar, otros que es para proteger… Y yo digo: deja que esto sea mi derecho; sé lo que me va a costar, no hace falta que me lo digan. Me espeluzna que las políticas nos miren para decirnos lo que tenemos que hacer. ¿A los hombres se les dice este es tu camino y voy a informarte? No somos imbéciles, sabemos la dureza que tiene.  Es algo en lo que nadie se puede meter, que dejen de utilizarnos.

Pone sobre la mesa esos lazos irrompibles entre una madre y su hijo…
Yo a mis hijos les decía que cuando una madre se va de casa saben que va a volver porque ese vínculo es indestructible. Es tal ese vínculo que una madre, estando su hijo desaparecido, sabe que está vivo.

¿Su libro más arriesgado?
Sí, es mi libro más arriesgado. Porque son tres tiempos diferentes, tres espacios temporales diferentes, en los que se desarrolla y eso añadía bastante dificultad. También el hecho de que hay espacio para la reflexión colectiva y para la individual. Y esto es complicado porque a la gente no le gusta mirarse la tripa.

¿Menos ahora que antes o siempre hemos estado tan pendientes de las apariencias?
Vivimos en la sociedad del escaparate siempre. En la época franquista por fuera todo tenía que parecer que estaba bien, las apariencias eran lo más importante. Aunque todo estuviera mal de puertas para dentro. En el siglo XXI vivimos en el escaparate de las redes sociales, y ahí es donde todo tiene que parecer maravilloso. Es un mundo ficticio totalmente. Pero volviendo a la pregunta de si es mi obra más arriesgada, me gustaría añadir que sí, que es mi libro más arriesgado y que siento mi escritura más sólida que nunca.

 

 

 

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